sábado, 26 de diciembre de 2009

¡POBRE AVIACIÓN!

La industria de la Aviación representa (o representaba) casi el 8% del PIB en España, y da trabajo de manera directa o indirecta a una ingente cantidad de personas. Aun así, el trato que dispensamos a este negocio es absolutamente lamentable.

Hace casi un año, el Mundo se sorprendía al ver cómo una tripulación de US Airways era capaz de posar en un río un A320, sin que nadie resultara herido. Los responsables de aquello fueron llamados a comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos, donde declararon que los actuales y paupérrimos niveles de exigencia en el currículo del Piloto de Líneas Aéreas auguraban que los pilotos del futuro inmediato no serían capaces de llevar a cabo con éxito una maniobra semejante. El legislador norteamericano examinó estas afirmaciones, y tomó como elemento de juicio adicional la grabación de un accidente ocurrido meses antes, en la que podía apreciarse cómo la copiloto de un ATR72 que había llegado a su aerolínea con los parámetros formativos existentes, perdía los papeles de manera estrepitosa y estrellaba su aeronave con todos sus ocupantes. El resultado es que en Estados Unidos se ha vuelto a la exigencia de sumar 1.500 horas de vuelo para poder optar a un puesto de trabajo en una aerolínea. Aquí, seguimos permitiendo a quien coleccione 150 horas de experiencia (la décima parte) sentarse a la derecha en la cabina de un avión de transporte de pasajeros.

En Mayo de 2003 un Yak-42 de la compañía ucraniana “UmAir” se estrellaba contra la falda de una montaña en Turquía matando a 62 militares españoles. La investigación posterior determinó que la causa del accidente había sido un error humano. El piloto al mando del aparato estaba efectuando el procedimiento de aproximación al aeropuerto de Trabzon en condiciones de baja visibilidad y viró el avión hacia el lado contrario del que debía sin que ni él ni su compañero se apercibieran que volaban directos a las piedras. Esta misma investigación llegó a la conclusión de que el error se había producido por fatiga de vuelo acumulada. La tripulación llevaba más de 24 horas seguidas trabajando. Un elevado porcentaje de los accidentes de Aviación tienen en la fatiga su causa fundamental; y en los demás aparece como factor coadyuvante en casi su totalidad.

El partido de la oposición, hoy en el Gobierno, exprimió la tragedia hasta los límites más insospechados para atacar al Gobierno, no sin razón. Hoy, en Diciembre de 2009 seguimos esperando a que ese mismo partido, ahora en el poder, termine de elaborar una legislación coherente sobre límites de actividad y descanso para tripulaciones aéreas.

Hace dos años, la compañía aérea Air Madrid, cerraba sus puertas, dejando en la calle a un montón de trabajadores y sin volar a una pila de pasajeros. No han aprendido, los responsables de la cosa son impermeables a la experiencia, y han visto cómo pasaba por delante de sus narices la quiebra de otro operador aéreo. Una caída que no ha sido más que el colofón a una muerte tan anunciada como previsible y ha vuelto a generar más paro y más pasajeros en tierra. La segunda parte de la misma película no ha sorprendido a nadie, excepto a los responsables del Ministerio y al Dirección General de Aviación Civil.

Algunas aerolíneas muy populares por su política de precios baratos, arrastran sospechas en su modo de operación. RyanAir no paga el IRPF de sus empleados en España, ni cotiza a nuestra Seguridad Social, prohíbe la sindicación de sus trabajadores, ha protagonizado incidentes por su política de combustible…y no sólo está autorizada a volar en España, sino que recibe ayudas públicas en forma de subvenciones y exención de tasas.

En Agosto de 2008, un MD de Spanair se estrellaba en Barajas segando la vida de 153 personas. Era la mayor tragedia de la Aviación Española en 25 años. Un año antes, un MD de la compañía Mapjet sufría un incidente en Lanzarote que estuvo a punto de acabar de la misma manera. Curiosamente, las causas del suceso del avión de Mapjet fueron las mismas que motivaron el de Spanair. Las conclusiones de la investigación de lo ocurrido en Lanzarote (que habrían sido de capital importancia para evitar el accidente de Spanair) fueron hechas públicas el pasado 22 de Diciembre. Dos años y medio para terminar la investigación de un accidente, y por el camino, 153 vidas perdidas.

Mientras, la maquinaria del Poder y muchos medios de comunicación, siguen haciendo creer al público, con éxito, que los males de esta industria son achacables a determinados grupos profesionales.

¡Pobre Aviación!

lunes, 21 de diciembre de 2009

Mi Primer Artículo en Prensa Escrita

Hoy, día 20, "La Gaceta" publica en su página 4, mi primer artículo en prensa escrita.

DAÑOS COLATERALES

La Agenda Mundos de Yupi de ZP no sólo está plagada de aberraciones, sino que tiene además devastadores efectos colaterales. La Nueva Ética nos anula, acaba con la libertad, porque la conciencia, placenteramente dormida en ese limbo personal que se nos oferta como pasaporte a la felicidad, deja de ser referencia para decidir. Todo este montaje tardo progre se disfraza de panoplia de derechos, pero lo que realmente ofrece es ausencia de compromiso donde había débito, irrelevancia donde existía asunción de los propios actos y dejadez donde habitaba el esfuerzo.

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jueves, 17 de diciembre de 2009

Familia Gil, Váyanse Por Favor.

En el verano de 1987 un desconocido del mundo del fútbol, Jesús Gil y Gil, se aupaba a la presidencia del Atlético de Madrid al ganar las elecciones de la mano del futbolista más prometedor de Europa: Paulo Futre.

Paulo abandonaría el club años después, habiendo tirado el tiempo y sus posibilidades de hacer historia como jugador en otros equipos, por una extraña pasión de apego a un club, una afición y un sentimiento del que jamás pudo desprenderse.

En 1987, el Atlético de Madrid tenía en sus vitrinas 8 Campeonatos de Liga, 8 Copas del Rey, una Supercopa de Europa y una Intercontinental. Desde que llegó la familia Gil al club, se han sumado 3 Copas del Rey y una Liga. Ese es el triste bagaje de casi 23 años para el club que, todavía entonces, figuraba como el tercero de España. Sin mencionar las dos temporadas que el equipo jugó en 2ª División.

Por poner ejemplos, en el mismo lapso de tiempo, el Real Madrid ha ganado 3 Copas de Europa, 2 Copas del Rey y 10 Ligas.

El F.C. Barcelona coleccionaba 10 Copas del Rey, 10 Ligas y ninguna Copa de Europa en 1987, no muy lejos de los rojiblancos. A día de hoy, y desde entonces, ha aumentado su palmarés en 10 Ligas, 3 Copas de Europa y 5 Copas del Rey. En 1987, el Atlético de Madrid era la alternativa al dominio monopolístico de los dos grandes de España. Hoy, es una tristeza de equipo, un club en descomposición.

El Atlético de Madrid no es absolutamente nada más allá de la obcecación que mantiene a un puñado de locos en torno a una historia, un sentimiento y una pasión. La misma e insólita ofuscación que impidió a Paulo Futre largarse cuando aún podía ser una figura del fútbol a nivel mundial; la misma ceguera de la que supo escapar (afortunadamente) Fernando Torres antes de arruinar su carrera.

Creo que el tiempo que la familia Gil lleva al frente del Atlético de Madrid es más que suficiente para hacer un balance, y opino también que el arqueo sólo sirve para mirarlo, echarse a llorar y tirarlo por el desagüe.

Desde que se pusieron al frente del club, los Gil han encontrado mil excusas para justificar la mala marcha del equipo: los árbitros, la prensa, los jueces y fiscales, la mala suerte, el Real Madrid, el alcalde…pero jamás les he visto asumir que lo han hecho mal. Han traído infinidad de ¿futbolistas? y entrenadores (ningún club de Primera División ha experimentado tantas revoluciones anuales como éste) y los resultados están a la vista. Son los dueños del club, se asesoran por quien creen conveniente, no aciertan tampoco en eso, y cuando pegan la patada al consejero de turno cargan en él la factura de su incapacidad. Ese, y no otro, es el destino de García Pitarch; al tiempo…

Hablan de la falta de fondos para confeccionar una plantilla de garantías, pero llevan al frente de la Institución 23 años. Son los responsables de las cuentas, los ingresos, los gastos, y parecen creer que los aficionados somos tan idiotas como para pensar que la carencia de peculio depende de algo así como de acertar o no una primitiva. Ellos gestionan, ellos compran, ellos venden, ellos son los únicos directivos. Si realmente no hay dinero será por su incapacidad, y por nada más.

No voy a meterme en jardines acerca de responsabilidades penales presuntas, prescritas, falsas o ciertas. Ni es mi misión, ni estoy capacitado para opinar sobre todo eso. Pero sí voy a decir que después de casi un cuarto de siglo, ha quedado patentemente demostrado que no están capacitados para llevar el timón de una institución cuya historia, grandeza, afición y significado sentimental les supera con creces. Han tenido una eterna oportunidad, y no han estado a la altura. Deben irse.

La situación del equipo hoy no aguanta más la presión de unos incapaces; ver jugar al Atlético de Madrid es una película de miedo, pero con más secuelas que Viernes 13, porque esto no es de ahora. Estoy harto de ver cómo futbolistas que parecen tuercebotas en el “Atleti”, juegan de maravilla cuando se marchan, de la misma manera que otros que vienen al club como peloteros de postín se olvidan de jugar al fútbol cuando se visten de rojiblancos. Algo pasa, y todo ha cambiado una y mil veces en los últimos 23 años. Todo menos ellos.

Tienen a la criatura moribunda en sus manos, la responsabilidad que les atañe consiste en buscar hasta debajo de las piedras quién pueda hacerse cargo de ella. Su obligación, si tienen la menor perspectiva de una institución que les supera, es remover Roma con Santiago para que todo lo que ellos han dilapidado quede en buenas manos. Y luego irse. Marcharse y decirnos que lo intentaron pero fracasaron. Sólo así salvarán su insostenible posición.

Hágannos un favor, háganselo al “Atleti”, háganselo al fútbol.

Váyanse, por caridad.



También puedes leerlo en Vistazo a la Prensa

viernes, 11 de diciembre de 2009

Soy de Derechas

Hace veinte años, un sistema político, ideológico y económico quedaba enterrado bajo los cascotes del mismo muro que tuvo que edificar para garantizar su existencia. Posiblemente la mayor estafa de la Historia, el socialismo, recibía con estrépito el aluvión de pedradas físicas y morales de un montón de seres humanos que desmentían de una sola vez que el Paraíso pudiese edificarse a partir del Materialismo Histórico.

Dos decenios después, algunas cosas siguen vivas. La facilidad de la izquierda para reinventarse ha sido pasmosa, y la capacidad de sus profesionales de la Política para montarse en extraños trenes que les permitan seguir viviendo de ella, propia de supervivientes. La lucha de clases, la dictadura del proletariado, y los planes quinquenales ya no valen como arengas de barricada, otros mantras toman el relevo. Pero a fin de cuentas, la supremacía del Estado sobre el individuo, la reducción de la persona a miembro de una colectividad, el afán de igualarnos en lo moral e ideológico, la obsesión por la uniformización, la querencia por educar al ciudadano desde las instancias públicas, la cosificación de la persona…siguen de pie.

Yo no creo en nada de eso, sino en todo lo contrario. Por eso soy de derechas.

Yo soy de derechas, pero no sólo porque no creo en ninguno de los ladrillos de aquel muro, sino porque además me adhiero con entusiasmo a los que erigen el edificio de la sociedad abierta.

Yo creo en la Libertad y sobre todo, creo en las personas.

Creo que las personas son los únicos titulares de derechos. No creo que existan los derechos de la nación, de la patria, de la colectividad, ni de ninguna clase social. Yo creo en los derechos de las personas, que no pueden ni deben decaer ante entelequias que unas veces son mitos, y otras forzadas obras de ingeniería social. Por eso soy de derechas.

Creo en la Libertad, no en la Igualdad. La Igualdad no existe, es extraña al Mundo en el que vivimos a todos los niveles, desde el atómico al animal pasando por el celular. Creo en la capacidad del ser humano para mejorar su posición, para buscar su propio camino, explorarlo, recorrerlo, llegar a la meta y hacer de la vida una experiencia apasionante. No creo que el Estado pueda proporcionar todo lo que sólo se puede llegar a apreciar cuando se ha conseguido desde el ejercicio del albedrío y la superación personal. Por eso soy de derechas.

Creo en el mérito, no en las ficciones. Lo que no existe no puede fabricarse con sólo mencionarlo, ni ninguna Ley podrá jamás crear raseros imposibles. Las cosas no aparecen con sólo nombrarlas, y la palabra “aprobado” significa lo que significa. Que califiquemos a alguien de “apto” jamás le convertirá en ello si no lo es. Yo creo que las palabras designan conceptos, no que los conceptos puedan retorcerse para encajarse en las palabras. Por eso soy de derechas.

Quiero reír, pero sé que alguna vez me tocará llorar. No quiero que ningún ente sea el encargado de proporcionarme momentos de risa que jamás tendrán la gracia de las fiestas que yo organice; ni deseo que nadie esté pendiente de que no me caiga y evitar mi llanto. Quiero hacerme feliz, y jugarme no llegar a serlo, poner mi vida en el envite, y ganar o perder; ejercer mi Libertad asumiendo las consecuencias de equivocarme. Quiero ser adulto. Por eso soy de derechas.

No creo que haya altar en el que pueda sacrificarse al hombre, ni su condición de ser único, original e irrepetible. No hay una sola vida inútil, ni es ético subordinarla, inmolarla, ni tirarla por la ventana a cambio de su inclusión en una maquinaria que pretendidamente persigue el bien común. Para mí los seres humanos no son tuercas, son máquinas en sí mismos. Por eso soy de derechas.

Yo no creo que nadie pueda arrogarse el derecho de decidir en qué principios han de educarse mis hijos. Creo que soy yo quien tiene la responsabilidad de procurar que tengan una moral y quien les muestre que efectivamente, existen muchas formas de ver las cosas. Pero sin prejuicios, etiquetas ni maniqueísmo, porque si tolero que se eduque a mis hijos, sé que mañana será inevitable que quien les educó le diga cómo han de pensar. Por eso soy de derechas.

Yo no creo en la Política, yo creo en la sociedad, y por eso soy de derechas. No me parece que los que administran el dinero que gano trabajando puedan decidir con esa soltura sobre mi hacienda, mi salud y mi existencia. No tolero que me impongan estilos de vida, que me obliguen a aceptar que ellos saben lo que es bueno para mí, ni que estén en una posición de superioridad. Ellos son mis servidores, eligieron esa profesión como yo elegí la mía. Yo les pago, y su único trabajo es poner las condiciones para que yo, en el ejercicio de mi libertad, tenga la oportunidad de buscar mi propia felicidad.

Porque yo no creo que el Estado deba controlar a las personas, yo creo que las personas deben controlar al Estado. Por eso soy de derechas.

Por todas estas cosas, y tantas otras, cayó aquel muro. Unos tratan de taparlo, otros no quieren recordarlo.

Una Churrería

El 26 de Mayo de 2003 un Yak-42 de la compañía ucraniana UmAir se estrellaba contra la falda de una montaña en Turquía matando a 62 militares españoles. La investigación posterior determinó que la causa del accidente había sido un error humano. El piloto al mando del aparato estaba efectuando el procedimiento de aproximación al aeropuerto de Trabzon en condiciones de baja visibilidad y viró el avión hacia el lado contrario del que debía sin que ni él ni su compañero se apercibieran que volaban directos a las piedras. Esta misma investigación llegó a la conclusión de que el error se había producido por fatiga de vuelo acumulada. La tripulación llevaba más de 24 horas seguidas trabajando. Un elevado porcentaje de los accidentes de Aviación tienen en la fatiga su causa fundamental; y en los demás aparece como factor coadyuvante en casi su totalidad.
La Unión Europea promulgo hace unos meses una normativa de límites de actividad y descanso para tripulantes de líneas aéreas. La nueva norma es muy amplia, y tan sólo fija unos mínimos que son mejorables por los estados miembros. En su tenor literal, y transferida a los ordenamientos sin modificación, permitiría que por ejemplo, un piloto volase a los mandos de Madrid a China, se volviese sentado en una butaca no reclinable como lugar de descanso y fuese luego requerido para volver a hacerse cargo del aterrizaje en Madrid. Un disparate.
Por consenso con la Federación Europea de Asociaciones de Pilotos (ECA), la UE encargó un informe médico independiente que sirviese de guía a las previsiones de la norma. El dictamen, conocido como “Informe Moebus” no se ha seguido en absoluto, y se ha preferido inclinar la balanza del lado del “lobby” de las compañías aéreas.
Los pilotos y tripulantes de cabina europeos exigen, exigimos, que las normativas nacionales hagan la transposición de la norma conforme a las recomendaciones del Informe Moebus, por razones de seguridad operativa perfectamente comprensibles. Esa es nuestra postura.
La postura de la Asociación Española de Compañías Aéreas ha sido otra: patalear. Es posible que hayan podido leer Vds. la noticia: Las compañías aéreas dicen que “el descanso de los pilotos” les supondrá un coste adicional de 100 millones de euros.
http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/1593425/10/09/El-descanso-de-los-pilotos-costara-a-las-aerolineas-100-millones-mas.html
Aparte de la torticera y tendenciosa calificación que merece el descanso requerido para que un piloto ejerza su labor profesional en condiciones, resulta escandaloso que haya quien se queje de lo mucho que le va a costar ofrecer a sus pasajeros un transporte con mayores garantías.
Desde hace unos quince años, la industria de la Aviación viene convirtiéndose en un circo, empeñado en el ejercicio del cutrerío menos disimulado.
Quienes han transformado este negocio en un remedo glamuroso del transporte de ganado han venido gozando de los parabienes y permisividad de los poderes públicos que les subvencionan, les permiten que cobren a sus pilotos hasta 60.000 euros por conseguir sus propios puestos de trabajo, admiten como interlocutor social a nivel gubernamental a un empresario aéreo que no paga a sus trabajadores, no les fiscalizan para que den el servicio que prometen, miran para otro lado cuando emplean a trabajadores extranjeros que no cotizan en España y por los que estas empresas no pagan a la Seguridad Social…
Estos niños mimados, aprendices de empresarios, se han acostumbrado durante mucho tiempo a jugar con ventaja, y a tornarse en artífices del falsario acceso de todos a todo a base de suprimir comidas en el avión, pretender cobrar por ir al baño, ejercer sin rubor la publicidad engañosa, cerrar sus chiringuitos dejando tirados a un montón de pasajeros, sangrar a quien tiene la extraña costumbre de viajar con su maleta, abonarse a la práctica de volar con el combustible más que justo, aterrizando a veces con menos del mínimo legal; tratar de menoscabar la independencia del Comandante a base de amenazas, prohibir la sindicación bajo pena de despido…Y ahora, parecen no poder asumir que todo este entorno de permisividad sin límites se vea estropeado por algo que consideran una minucia, un fastidio que sólo parecen computar a efectos de subida de la póliza del seguro en caso de desastre.
Repito y reitero: La fatiga es causa de accidentes, por sí sola, en un muy elevado número de ocasiones, y aparece como factor interviniente en casi todos. Si ante una norma que viene a poner un ladrillo en el edificio de la Seguridad, lo único que recibimos del dueño del solar son quejas por lo caro que sale, y si además esas quejas acaban teniendo eco, nuevamente, en la Administración, el transporte aéreo habrá entrado definitivamente en el oscuro túnel de la inseguridad. No sólo por la fatiga en sí y sus consecuencias, sino por el “Ancha es Castilla” que supondrá para quien no tiene reparos en quejarse de cuánto le cuesta ofrecer un servicio más seguro.
Si hay que hacer caso a las aerolíneas, y no obligarlas a asumir el coste de un transporte aéreo con garantías, hágase. Pero que no se hurte a la sociedad el hecho, que se le hable claro, que se le diga en qué condiciones van los que están a los mandos del avión en el que vuelan, y en qué condiciones dicen los expertos médicos que deberían volar; y cuando tenga toda la información, que sea la sociedad la que decida.
Hasta hace poco todo este tenderete se defendía sobre la base de que no ocurrían accidentes. Los últimos tiempos vienen trayendo menos suerte, la suficiente como para que nos tomemos la Aviación en serio.
Y al que no le salgan las cuentas que ponga una churrería.

No Estuve Allí

Desde que me dedico a volar he tenido bastante suerte con los acontecimientos deportivos. No puedo quejarme, la Diosa Programación ha tenido a bien depararme días libres en no pocos triunfos de Nadal, en los dos Campeonatos del Mundo de Fernando Alonso o en bastantes partidos de mi "Atleti". La eliminación de España del Mundial de 2006 la vi en un hotel de Santiago de Compostela, en el que se habilitó una sala con pantalla gigante para los huéspedes. Aquel día, como todos, hubiera querido estar en casa.

Pero nunca sospeché lo que me estaba perdiendo hasta que, acabado el partido, llamé a mi familia y oí a mi hijo de cinco años llorar con un desconsuelo demoledor, propio de decepciones recién estrenadas, de primer encuentro con algo tan inherente a la vida como es la derrota.

Aquel llanto a través del teléfono me produjo un nudo en la garganta, me estrujó el alma, me persiguió hasta la almohada y se levantó conmigo a la mañana siguiente. Me he perdido fiestas de fin de curso de mis dos hijos, funciones de Navidad, algún cumpleaños...pero aparte de una ocasión en la que estuvo enfermo de cierta gravedad y yo me encontraba en Berlín, nunca he sentido la necesidad de estar con Pablo como aquel día de verano de 2006 en el que Zidane y compañía nos mandaron para casa.

Ya he dicho más de una vez, en este mismo lugar, que cuando elegí esta profesión sabía los sacrificios que comportaba, como sus ventajas. Pero en ciertas situaciones resulta tremendamente complicado acostumbrarse a estar a miles de kilómetros de los tuyos, sin posibilidad inmediata de ir hacia ellos. Esas situaciones, lo comprendí entonces, pueden llegar a incluir un partido de fútbol; abarcan a todas aquellas ocasiones en las que un niño puede necesitar a su padre, sea por algo realmente importante o no. El caso es que me perdí ser yo quien tratara de enseñarle la elemental lección de que la desilusión forma parte de la existencia. De consolarle convenciéndole de que el deporte, como la vida, siempre es un camino de ida y vuelta, y a cada caída le sigue una oportunidad de triunfar que no tarda demasiado en presentarse. Lo hubiese dado todo en aquel momento por haber sido yo quien secara sus lágrimas y le abrazara como sólo puede abrazarse a quien acaba de descubrir en cuántos jirones puede quedar rota la expectativa más querida.

La final de la Eurocopa me cogió en Nueva York. Podíamos verla, no nos recogían hasta dos horas y media después del final del partido, así que toda la tripulación nos fuimos a un bar irlandés situado entre la calle 35 y la 6ª Avenida, ataviados de bufandas. Lo viví con la lógica intensidad, y en los pocos respiros que daba, mi recuerdo se marchaba siempre e inevitablemente hacia Pablo. Casi podía verle, la mirada pegada a esa pantalla que le regalaba emociones vestidas de rojo, sus ojos con el brillo del recreo en el espectáculo y la olla a presión de un corazón de tan sólo siete años rebosando el júbilo que anegaba el ambiente.

Cuando Fernando Torres elevó nuestras ilusiones por encima del portero alemán en el minuto 33 y disparó el afán olvidado de una nación escaldada de fracasos futboleros, para convertirlo en millones de empellones que encerraran aquella pelota en la jaula de los sueños, un irresistible torrente de júbilo me brotó de lo más profundo, se elevó a mi garganta y levantó mis manos y mi mirada al cielo, buscando los ojos y las manos de Pablo. Mi hijo no estaba conmigo y, sobre todo, yo no estaba con él, pero cierta magia existe para quien está dispuesto a creer en ella. La que es capaz de unir corazones a través de un océano, aunarlos en un sentimiento que hace presentes a quienes se encuentran lejos y ponerlos en una inverosímil cercanía.

En aquel minuto 33, Fernando Torres fue "El Niño" que porfió por aquel balón imposible con la insobornable y tan infantil ofuscación de quien se niega a bajarse de sus sueños. Fue un niño quien nos trajo aquel momento que hizo felices a otros muchos, entre ellos al mío.

No estuve allí, aquella vez tampoco. No estuve para ver con mis ojos cómo le llegaba a Pablo aquella alegría inconmensurable preñada de una revancha dormida dos años, que no son nada, pero que a un chaval le parecen una eternidad. No estuve para poner el segundo y último capítulo a esta enseñanza con final feliz cuyo primer episodio ya me había hurtado el destino.

No estuve para entender esa extraña e incansable fe que tienen los niños y que a cada momento les susurra al oído que ellos pueden meter ese gol algún día, por mucho que los adultos tratemos torpemente de apearles de quimeras que otro niño acababa de demostrar que pueden ser reales.

No estuve allí, es cierto, pero también lo es que pude sentirlo como si estuviese. Y sobre todo es verdad que, durante un instante prodigioso y extraño no estuve… pero fui, puedo jurar que fui él.

Fui Pablo.