viernes, 11 de diciembre de 2009

Una Churrería

El 26 de Mayo de 2003 un Yak-42 de la compañía ucraniana UmAir se estrellaba contra la falda de una montaña en Turquía matando a 62 militares españoles. La investigación posterior determinó que la causa del accidente había sido un error humano. El piloto al mando del aparato estaba efectuando el procedimiento de aproximación al aeropuerto de Trabzon en condiciones de baja visibilidad y viró el avión hacia el lado contrario del que debía sin que ni él ni su compañero se apercibieran que volaban directos a las piedras. Esta misma investigación llegó a la conclusión de que el error se había producido por fatiga de vuelo acumulada. La tripulación llevaba más de 24 horas seguidas trabajando. Un elevado porcentaje de los accidentes de Aviación tienen en la fatiga su causa fundamental; y en los demás aparece como factor coadyuvante en casi su totalidad.
La Unión Europea promulgo hace unos meses una normativa de límites de actividad y descanso para tripulantes de líneas aéreas. La nueva norma es muy amplia, y tan sólo fija unos mínimos que son mejorables por los estados miembros. En su tenor literal, y transferida a los ordenamientos sin modificación, permitiría que por ejemplo, un piloto volase a los mandos de Madrid a China, se volviese sentado en una butaca no reclinable como lugar de descanso y fuese luego requerido para volver a hacerse cargo del aterrizaje en Madrid. Un disparate.
Por consenso con la Federación Europea de Asociaciones de Pilotos (ECA), la UE encargó un informe médico independiente que sirviese de guía a las previsiones de la norma. El dictamen, conocido como “Informe Moebus” no se ha seguido en absoluto, y se ha preferido inclinar la balanza del lado del “lobby” de las compañías aéreas.
Los pilotos y tripulantes de cabina europeos exigen, exigimos, que las normativas nacionales hagan la transposición de la norma conforme a las recomendaciones del Informe Moebus, por razones de seguridad operativa perfectamente comprensibles. Esa es nuestra postura.
La postura de la Asociación Española de Compañías Aéreas ha sido otra: patalear. Es posible que hayan podido leer Vds. la noticia: Las compañías aéreas dicen que “el descanso de los pilotos” les supondrá un coste adicional de 100 millones de euros.
http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/1593425/10/09/El-descanso-de-los-pilotos-costara-a-las-aerolineas-100-millones-mas.html
Aparte de la torticera y tendenciosa calificación que merece el descanso requerido para que un piloto ejerza su labor profesional en condiciones, resulta escandaloso que haya quien se queje de lo mucho que le va a costar ofrecer a sus pasajeros un transporte con mayores garantías.
Desde hace unos quince años, la industria de la Aviación viene convirtiéndose en un circo, empeñado en el ejercicio del cutrerío menos disimulado.
Quienes han transformado este negocio en un remedo glamuroso del transporte de ganado han venido gozando de los parabienes y permisividad de los poderes públicos que les subvencionan, les permiten que cobren a sus pilotos hasta 60.000 euros por conseguir sus propios puestos de trabajo, admiten como interlocutor social a nivel gubernamental a un empresario aéreo que no paga a sus trabajadores, no les fiscalizan para que den el servicio que prometen, miran para otro lado cuando emplean a trabajadores extranjeros que no cotizan en España y por los que estas empresas no pagan a la Seguridad Social…
Estos niños mimados, aprendices de empresarios, se han acostumbrado durante mucho tiempo a jugar con ventaja, y a tornarse en artífices del falsario acceso de todos a todo a base de suprimir comidas en el avión, pretender cobrar por ir al baño, ejercer sin rubor la publicidad engañosa, cerrar sus chiringuitos dejando tirados a un montón de pasajeros, sangrar a quien tiene la extraña costumbre de viajar con su maleta, abonarse a la práctica de volar con el combustible más que justo, aterrizando a veces con menos del mínimo legal; tratar de menoscabar la independencia del Comandante a base de amenazas, prohibir la sindicación bajo pena de despido…Y ahora, parecen no poder asumir que todo este entorno de permisividad sin límites se vea estropeado por algo que consideran una minucia, un fastidio que sólo parecen computar a efectos de subida de la póliza del seguro en caso de desastre.
Repito y reitero: La fatiga es causa de accidentes, por sí sola, en un muy elevado número de ocasiones, y aparece como factor interviniente en casi todos. Si ante una norma que viene a poner un ladrillo en el edificio de la Seguridad, lo único que recibimos del dueño del solar son quejas por lo caro que sale, y si además esas quejas acaban teniendo eco, nuevamente, en la Administración, el transporte aéreo habrá entrado definitivamente en el oscuro túnel de la inseguridad. No sólo por la fatiga en sí y sus consecuencias, sino por el “Ancha es Castilla” que supondrá para quien no tiene reparos en quejarse de cuánto le cuesta ofrecer un servicio más seguro.
Si hay que hacer caso a las aerolíneas, y no obligarlas a asumir el coste de un transporte aéreo con garantías, hágase. Pero que no se hurte a la sociedad el hecho, que se le hable claro, que se le diga en qué condiciones van los que están a los mandos del avión en el que vuelan, y en qué condiciones dicen los expertos médicos que deberían volar; y cuando tenga toda la información, que sea la sociedad la que decida.
Hasta hace poco todo este tenderete se defendía sobre la base de que no ocurrían accidentes. Los últimos tiempos vienen trayendo menos suerte, la suficiente como para que nos tomemos la Aviación en serio.
Y al que no le salgan las cuentas que ponga una churrería.

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