jueves, 17 de diciembre de 2009

Familia Gil, Váyanse Por Favor.

En el verano de 1987 un desconocido del mundo del fútbol, Jesús Gil y Gil, se aupaba a la presidencia del Atlético de Madrid al ganar las elecciones de la mano del futbolista más prometedor de Europa: Paulo Futre.

Paulo abandonaría el club años después, habiendo tirado el tiempo y sus posibilidades de hacer historia como jugador en otros equipos, por una extraña pasión de apego a un club, una afición y un sentimiento del que jamás pudo desprenderse.

En 1987, el Atlético de Madrid tenía en sus vitrinas 8 Campeonatos de Liga, 8 Copas del Rey, una Supercopa de Europa y una Intercontinental. Desde que llegó la familia Gil al club, se han sumado 3 Copas del Rey y una Liga. Ese es el triste bagaje de casi 23 años para el club que, todavía entonces, figuraba como el tercero de España. Sin mencionar las dos temporadas que el equipo jugó en 2ª División.

Por poner ejemplos, en el mismo lapso de tiempo, el Real Madrid ha ganado 3 Copas de Europa, 2 Copas del Rey y 10 Ligas.

El F.C. Barcelona coleccionaba 10 Copas del Rey, 10 Ligas y ninguna Copa de Europa en 1987, no muy lejos de los rojiblancos. A día de hoy, y desde entonces, ha aumentado su palmarés en 10 Ligas, 3 Copas de Europa y 5 Copas del Rey. En 1987, el Atlético de Madrid era la alternativa al dominio monopolístico de los dos grandes de España. Hoy, es una tristeza de equipo, un club en descomposición.

El Atlético de Madrid no es absolutamente nada más allá de la obcecación que mantiene a un puñado de locos en torno a una historia, un sentimiento y una pasión. La misma e insólita ofuscación que impidió a Paulo Futre largarse cuando aún podía ser una figura del fútbol a nivel mundial; la misma ceguera de la que supo escapar (afortunadamente) Fernando Torres antes de arruinar su carrera.

Creo que el tiempo que la familia Gil lleva al frente del Atlético de Madrid es más que suficiente para hacer un balance, y opino también que el arqueo sólo sirve para mirarlo, echarse a llorar y tirarlo por el desagüe.

Desde que se pusieron al frente del club, los Gil han encontrado mil excusas para justificar la mala marcha del equipo: los árbitros, la prensa, los jueces y fiscales, la mala suerte, el Real Madrid, el alcalde…pero jamás les he visto asumir que lo han hecho mal. Han traído infinidad de ¿futbolistas? y entrenadores (ningún club de Primera División ha experimentado tantas revoluciones anuales como éste) y los resultados están a la vista. Son los dueños del club, se asesoran por quien creen conveniente, no aciertan tampoco en eso, y cuando pegan la patada al consejero de turno cargan en él la factura de su incapacidad. Ese, y no otro, es el destino de García Pitarch; al tiempo…

Hablan de la falta de fondos para confeccionar una plantilla de garantías, pero llevan al frente de la Institución 23 años. Son los responsables de las cuentas, los ingresos, los gastos, y parecen creer que los aficionados somos tan idiotas como para pensar que la carencia de peculio depende de algo así como de acertar o no una primitiva. Ellos gestionan, ellos compran, ellos venden, ellos son los únicos directivos. Si realmente no hay dinero será por su incapacidad, y por nada más.

No voy a meterme en jardines acerca de responsabilidades penales presuntas, prescritas, falsas o ciertas. Ni es mi misión, ni estoy capacitado para opinar sobre todo eso. Pero sí voy a decir que después de casi un cuarto de siglo, ha quedado patentemente demostrado que no están capacitados para llevar el timón de una institución cuya historia, grandeza, afición y significado sentimental les supera con creces. Han tenido una eterna oportunidad, y no han estado a la altura. Deben irse.

La situación del equipo hoy no aguanta más la presión de unos incapaces; ver jugar al Atlético de Madrid es una película de miedo, pero con más secuelas que Viernes 13, porque esto no es de ahora. Estoy harto de ver cómo futbolistas que parecen tuercebotas en el “Atleti”, juegan de maravilla cuando se marchan, de la misma manera que otros que vienen al club como peloteros de postín se olvidan de jugar al fútbol cuando se visten de rojiblancos. Algo pasa, y todo ha cambiado una y mil veces en los últimos 23 años. Todo menos ellos.

Tienen a la criatura moribunda en sus manos, la responsabilidad que les atañe consiste en buscar hasta debajo de las piedras quién pueda hacerse cargo de ella. Su obligación, si tienen la menor perspectiva de una institución que les supera, es remover Roma con Santiago para que todo lo que ellos han dilapidado quede en buenas manos. Y luego irse. Marcharse y decirnos que lo intentaron pero fracasaron. Sólo así salvarán su insostenible posición.

Hágannos un favor, háganselo al “Atleti”, háganselo al fútbol.

Váyanse, por caridad.



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