martes, 29 de agosto de 2017

¿DÓNDE?







¿Dónde nos perdimos? ¿Cuándo fue? ¿En qué parte del camino se le dio una patada a todo? ¿Se decidió patearlo, o se permitió?

¿Dónde se abrió el desagüe por el que se ha escapado el torrente de ilusión que vibraba en aquella canción de Jarcha?

¿Quién abrió el grifo del agua hirviendo encima de aquel libro que encuadernamos a todo lujo hace algo más de 40 años? ¿Cómo podremos volver a rescribirlo? 

No lo sé, pero contemplo el espectáculo que dimos el pasado 26 en Barcelona y no consigo ver nada de aquella “Liberta sin Ira” que nos prometimos y abrazamos. No alcanzo a distinguir un solo fruto de lo que sembramos con tanto mimo. No veo más que mucha ira, y poca Libertad.



¿Por qué toleramos que se pueda levantar un monumento al egoísmo encima de una pila de muertos? ¿Por qué no nos avergonzamos de que el mundo vea que nos hemos perdido en nuestros propios laberintos, en esos jeroglíficos de insignificancia que muchos edifican desde su subvención? ¿Por qué nos peleamos por nuestras propias lindes en la calle, a la vista de todos? ¿De qué sirve la indecencia infinita de usar la muerte como altavoz, si quien escucha se tapa los oídos asqueado?




Cuesta asumir, y tragar, que hayamos hecho de las cuestiones previas y particulares, océanos de desencuentro. De la cagada de la mosca un montón de mierda, de lo particular interés común, de las minorías mayorías cualificadas. Que hayamos convertido lo extraño en fraternal, lo ajeno en ley y las cosas de comer en postre prescindible.

Duele como español tener que aceptar una exhibición como la del otro día, de bajeza disfrazada de legitimidad. De duelo vendido como opresión, del repugnante ventajismo que ha decidido instalarse cuatro metros bajo tierra a paladas de indignidad.

Repugna al sentido común que lo único importante sea que todo quede atado y bien atado según la biblia del pensamiento único. ¿Es que no está claro que esas cuerdas nos están ahogando? 



¿Qué libertad? ¿Dónde y cuando nació la ira que la está matando?

¿Qué nos aporta la corrección política si se usa contra nosotros, contra lo nuestro? No le veo el sentido a tratar de poner al mismo nivel lo que nunca debe estar sino como confesión de la voluntad de suicidio. 

¿Quién les ha dicho a estos vendedores de chatarra que, en España, todos los credos pueden significar lo mismo? ¿Por qué matamos al árbol envenenando sus raíces? ¿Por qué hay que volver a escuchar aquello de “las dos partes del conflicto”? ¿Es que ya nadie se acuerda de que esa frase aquí siempre se ha escrito con sangre, la de los que mueren?

¿Dónde fueron el Espíritu del 12 de Febrero, el consenso, los Pactos de la Moncloa, la Semana Santa del PCE, Ermua, la liberación de Marcelino Camacho, la Ley para la Reforma Política, los mártires de Atocha, la derrota de ETA, el “Eres Tú” de Mocedades o los goles de Butragueño en Querétaro? 

¿Por qué no nos aferramos a lo que nos dimos cuando aún éramos inocentes; cuando todavía nadie nos había envenenado en beneficio exclusivamente propio? 


Toda aquella gente de la que hablaba la canción, la que tan sólo pedía “vivir su vida y la fiesta en paz” …¿Dónde está? ¿Por qué no dice nada?


2 comentarios:

  1. Impecable. Suscribo cada palabra, cada adivinado suspiro. Te admiro. Gracias por volver a escribir en libertad. Comparto

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  2. Nunca había yo sentido vergüenza verdadera hasta estos tiempos recientes.
    Con la que sigue cayendo en el mundo....
    Mientras tanto, millones en España, cañita o buen vino en mano, niños de papá sin conocimiento de lo que es un peine, tal como serían calificados en mucho más de medio mundo, hablan sin vergüenza de libertad, democracia, miseria o represión, como si supieran lo que son y lo que no.
    Muchos de sus abuelos y bisabuelos que conmieron tierra para que ellos vivieran sentirían también una inconsolable vergüenza.

    Muchas gracias Oscar.

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