EL PAJARO
CHOGÜÍ
Estimado lector, los enlaces del texto funcionan.
Querido Diego:
El
verano se va acabando, y yo sólo deseo tener tiempo para acabar estas cartas
antes de que vuelvas al colegio. Creo que me quedan ésta y otras dos, intentaré
escribirlas todas.
No
creo que conozcas la canción “El Pájaro Chogüi”. Es una canción a la que se
considera símbolo musical de Paragüay. Si la escuchas verás que tiene una fuerte
raíz melódica andina, y también que se canta en español. Si lo piensas es algo
muy llamativo porque refleja dos cosas:
la primera es que el folclore de los pueblos indígenas pervive, y la segunda es
que de alguna manera te habla de la conquista de América por parte de España
como una fusión integradora.
En
los primeros años de este siglo en las reuniones de la progresía anglosajona (esas
fiestas en las azoteas de Chelsea en las que todo el mundo iba a la última,
echaba lágrimas de cocodrilo por el pueblo palestino, brindaba con champán caro
por Chiapas y no paraba de hacer con las manos el signo de las comillas
mientras hablaba) estuvo muy de moda poner música andina, preciosa. Si lo
piensas es lógico, porque para homenajear a lo tribal ellos no podían recurrir
al folclore de los indios norteamericanos, ni de los aborígenes australianos o
neozelandeses, porque ya es inexistente, fue barrido de la faz de la tierra.
Más difícil es aún tratar de encontrar piezas de esas tradiciones traducidas al
inglés, porque estas naciones jamás tuvieron la menor intención de integrar
aquello que conquistaban, sino de ordeñarlo.
Pero
te diré algo más simple y definitivo: si paseas por cualquiera de los países
que forman parte de la América Hispana, verás que 9 de cada 10 rostros son
indígenas. ¿De qué presunto “genocidio” estamos hablando? Date una vuelta por Sidney,
por la Guayana Francesa, Quebec o las Antillas Holandesas y me cuentas cuántas
caras aborígenes ves.
Por
supuesto que estamos hablando de los siglos XVI, XVII…donde nadie arreglaba las
disputas alrededor de unas cañas, y por supuesto hablamos de conquista militar,
no vayamos a tratar de minimizar lo que pasó, pero no juzguemos los hechos de
aquellos tiempos con nuestra mentalidad de ahora, porque erraremos el juicio.
Tengamos la perspectiva de reconocer lo que no está bien, lo que no estuvo
bien, y aprendamos de ello.
Uno
de los mitos sobre la conquista de América habla de la irrupción asesina de
unos barbaros castellanos sedientos de oro y sangre, en la pacífica cultura de
los indios, integrada con la madre Tierra (la Pachamama) con desapego a las cosas
materiales, viviendo en armonía con la naturaleza y en medio de una idílica paz
entre los hombres. Algo así como la película “Avatar”, pero versión amazónica y
con pirámides.
Falso.
La
América que se encuentran los españoles no es distinta de otras sociedades
humanas. En ella había guerra, esclavitud, tiranía y sometimiento a base de
violencia, robo, pillaje y crueldad.
Cuando
Cortés tomó Tenochtitlán encontró una torre que los aztecas construyeron con
60.000 cráneos humanos, pertenecientes a los desdichados que ellos sacrificaban
a sus dioses, entre los que hay muchos de niños de corta edad. Para hacerse con
ellos, llevaban a cabo redadas en otras tribus y los capturaban. Estas tribus
sufrían la barbarie y la opresión de los aztecas, y fue por ello por lo que se unieron a Cortés cuando decidió hacer la guerra a Moctezuma. De no haber sido
así, el extremeño jamás hubiera podido conquistar un imperio de 15 millones de
personas contando con 400 soldados, a pesar de su superioridad militar
cualitativa. Como comenta la historiadora Inga Clendinnen “lamentar la desaparición
del imperio azteca es algo así como sentir tristeza por la derrota de los nazis
en la Segunda Guerra Mundial”.
Pero
vayamos al talante con el que la Corona Española enfocó la conquista de
América.
El
Nuevo Mundo jamás fue una colonia de España, era España, y sus habitantes
indígenas fueron tan súbditos de la Corona como lo eran los nacidos en España,
y esto fue así por disposición de la reina Isabel de Castilla, quien dejó dicho
que se considerara a los indígenas “como
nuestros buenos súbditos y vasallos, y que ninguno sea osado de les hacer mal
ni daño”. De la misma manera, Carlos
I, en sus llamadas Leyes Nuevas, prohíbe (en 1542!) la esclavitud de los
indios.
Son
las leyes de las potencias las que te dan la idea del espíritu con el que
enfrentan sus conquistas territoriales. Evidentemente no todo el mundo acata la
ley, algunos decidieron imponer la suya y enriquecerse a base de crueldad y
violencia. La cosa se agravaba por el hecho de que las comunicaciones en la
época no eran precisamente de fibra óptica, y hasta que llegaba la noticia de
los abusos (si llegaba) y se ponía remedio, pasaba bastante tiempo. Pero hubo condenados por abusos, en los
llamados “juicios de residencia”, práctica inédita para otros países en sus
posesiones.
Las
primeras son las Leyes de Burgos, de Fernando el Católico, que entre otras
cosas decían muy claramente que “los indios son hombres libres” (1512!).
Le
siguen las Leyes de Valladolid, de 1513. En su debate, Ginés de Sepúlveda señala
hablando de la evangelización que “La violencia sería inútil, pues
nadie, repugnando su voluntad, que no es posible coaccionar, puede ser hecho
creyente. De modo que debe usarse la enseñanza” y continúa: “A todos los
hombres, les está mandado por ley divina y natural, el defender a los inocentes
de ser matados cruelmente”.
En 1542 se dictan las llamadas
Leyes Nuevas, en las que podemos leer cosas como la prohibición de hacer
trabajar a los indios sin pagarles, la orden de perseguir a los barcos
esclavistas ingleses, holandeses o franceses, la prohibición expresa de heredar
propiedades de los indios, o la obligación de poner en libertad a quienes se
hubiese hecho esclavos. Estas leyes, como ves, vienen a tratar de corregir los
abusos y malas prácticas de algunos que no respetaban las leyes anteriores.
En realidad todo seguía el
espíritu de la Reina Isabel, quien en su testamento deja encargado que: “non
consientan e den lugar que los indios vecinos e moradores en las dichas Indias
e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e
bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han
recibido, lo remedien e provean”.
Como ves la idea de la monarquía
española sobre los territorios conquistados dista mucho de los tópicos que
hablan de genocidio y pillaje. No creo que puedas encontrar una sola
disposición legal en los anales ingleses, holandeses, franceses referida a sus
colonias, que no hable de las regulaciones del comercio, el pago de impuestos o
la esclavitud. Para la cultura protestante, el indio es un ser sin alma.
Como decía el historiador e
hispanista estadounidense Lewis Hanke, uno de los mayores expertos sobre Hispanoamérica: “Ninguna
nación europea se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos
nativos tan seriamente como lo hizo España”. O en palabras de Pierre Chanau: “ La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el
siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo
lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librarse de este modo de su
crimen lanzándolo de nuevo sobre la América católica”.
Y te preguntarás ¿se enriqueció
España a costa de América? La respuesta es que sí, así fue.
No tanto como se cree, pero sí.
Los recursos naturales, las nuevas mercancías, el oro y la plata que venían de allí y
llegaban a España fueron una enorme fuente de riqueza para la Corona y algunos
ciudadanos particulares. Pero… ¿a cambio de qué? ¿Dejó España algo de lo que se
llevó? ¿Aprovechó la conquista a aquellos lugares?
La respuesta es también
afirmativa.
Años ya después de la conquista,
en la década de 1830, la América Hispana cuenta con las ciudades más pobladas y
con mejores infraestructuras del mundo. Alrededor del 1.800 Ciudad de México
tiene unos 137.000 habitantes, Lima, Bogotá o la Habana unos 100.000. En ese
momento Boston cuenta con unos 35.000. La renta per cápita de Perú a comienzos
del siglo XIX es superior a la de Inglaterra. Lima, en los días coloniales,
tenía más hospitales que iglesias, había una cama por cada 100 habitantes,
cifra que hoy no ha alcanzado por ejemplo Los Ángeles.
Los caminos, carreteras
y puertos eran de mayor tamaño y calidad que los de algunas mayores ciudades del
mundo en las grandes orbes hispanoamericanas. España fundó más de 20 universidades en América, de las que salieron 150.000 licenciados de todas las
castas y etnias. Ni portugueses ni holandeses abrieron una sola en sus
dominios, y hay que sumar la totalidad de las creadas por Bégica, Inglaterra,
Alemania, Francia e Italia en sus colonias para acercarse a la cifra española.
La biblioteca de los Jesuitas en Lima superaba los 40.000 volúmenes en el siglo
XVIII…
En las ciudades de la América
Hispana se disfrutaba de una gran calidad de vida para los parámetros de la
época. Si quieres saber cómo vivían en Inglaterra por entonces, echa un vistazo
a las obras de Charles Dickens…por no hablar de las condiciones de la
existencia en sus colonias.
España no depredó América, Diego.
España conquistó América, la
convirtió en parte de ella, la integró, se mezcló con ella al estilo romano y
dejó una obra y un legado allí de los que ninguna otra nación puede presumir,
desde los tiempos en que yo era emperador de Roma.
Podría contarte muchísimas más
cosas, Diego, pero no quiero aburrirte, porque lo que se puede escribir sobre esto
daría para un libro de los gordos. Quédate con lo que lees aquí, que creo que
es más que suficiente.
Intentaré mandarte pronto mi
próxima carta, que creo que te va a entretener, porque desmonta el mito de la
invencibilidad de Inglaterra. Ese complejo histórico falso que nos ha hecho
creer que siempre perdimos nuestras cuitas contra ellos, ese baldón que nos
tiene convencidos de que además fue así porque ellos eran los buenos y nosotros
los malos. En realidad no fue así, lo vas a ver, no sólo fuimos mejores que
ellos, sino que la mayoría de las veces les dimos p'al pelo.
Un fuerte abrazo, Diego, cuídate mucho.
Marco.
Un fuerte abrazo, Diego, cuídate mucho.
Marco.
Siempre es un placer leerte. De hecho, esta narración debiera ser de obligada lectura en las escuelas.
ResponderEliminarMuy bueno una vez más, Oscar. Estás haciendo una gran labor de lavado de imagen. Hacía falta.
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