¡QUE VIENE EL DUQUE DE ALBA!
Querido Diego:
Supongo que lo sabrás, la expresión que
da título a esta segunda carta se emplea en los Países Bajos para asustar a los
niños. Allí el Duque de Alba es un poco como nuestro Hombre del Saco; y es así
porque la propaganda nacionalista flamenca del Siglo XVI hizo de él un monstruo
terrible que, enviado por
el Rey de España, ejecutó y torturó a un montón de personas por negarse a ser católicos y por defender la libertad de culto.
Afortunadamente van saliendo a la luz
retazos de la verdad, como un reciente estudio sobre el personaje que pone en
tela de juicio esa versión de las cosas, una de las más famosas de nuestra
Leyenda Negra.
Pero antes, déjame que te sitúe un poco
en el contexto de los hechos.
Como sabes, Carlos I, Rey de España,
hereda vastos territorios en Europa, entre los que están parte de la actual Alemania
y lo que hoy son Bélgica, Holanda y Luxemburgo. En 1530 es coronado Emperador
en Bolonia, y trata de llevar adelante su plan de un Imperio plural y humanista
inspirado en las ideas de Erasmo, bajo la unidad de la fe católica.
Algunos años antes, en 1517, un monje
alemán llamado Martín Lutero, había publicado sus 95 tesis en la puerta de la
Iglesia de Wittenberg, dando así nacimiento al protestantismo. Si te apetece
leerlas, aquí las tienes, pero baste con decir que yo mismo habría mostrado mi
acuerdo con la gran mayoría de ellas de haber vivido entonces.
Como sabes por mi anterior carta, la idea
de Imperio se oponía a los particularismos feudales, y eso implicaba la pérdida
de poder de la nobleza. Los nobles tenían ahora una legislación imperial
superior a la suya y esto les dificultaba hacer y deshacer a su antojo. Los
nobles perdían poder, y lo que va a ocurrir es que la sublevación de una parte de la oligarquía de esos lugares acaba en conflicto interno. Se acababa la Edad Media que había surgido tras la caída de Roma, y con ella los particularismos y privilegios de unos pocos; y aterrizaban ideas de universalidad y uniformidad, que chocaban con el poder de algunos.
Había habido anteriormente algunas
rebeliones menores por distintos motivos, pero con la nueva religión, las
clases dominantes centroeuropeas encontraron el caballo de batalla para la
sublevación a gran escala. Tienes que entender que en el siglo XVI la religión
era un asunto de la mayor importancia.
Pero ¿todos los nobles? No todos. ¿Y el resto de la
población? Tampoco. Hubo muchos que estaban por defender la idea imperial, y se
situaron de ese lado. Lo que trato de decirte es que lo que ocurrió en Europa
en aquellos siglos no era, en absoluto, lo que la propaganda nos ha hecho
creer: la lucha por la libertad de un pueblo contra la tiranía española y la
imposición del catolicismo. Aquello fue una guerra civil, entre partidarios de
una y otra idea, en la que España tomó parte por uno de los bandos. Y España interviene porque aquellos territorios pertenecían a la Corona por herencia dinástica, nunca hubo una invasión o acción militar para anexionarse Flandes.
Esto es con lo que quiero que te quedes,
porque es el espíritu de todas estas cartas; yo no apruebo ni defiendo lo que
hicieron unos y otros, sólo quiero que sepas que lo que te han contado no es
cierto, que el cuento del tirano español imponiendo la obediencia al Papa a
sangre y fuego es eso, un cuento. Y que lo que ocurrió es que se desarrolló una
de tantas luchas de poder que se dan a lo largo de la historia, en la que
España se alineó con una de las partes. Y lo hizo, precisamente, para defender la libertad de los católicos a serlo, en una tierra que estaba bajo su administración, no para prohibir a los protestantes ejercer su culto. Para que estos católicos recuperaran los derechos de los que les habían privado los nobles luteranos, y para que se les reintegrasen las propiedades que les habían sido confiscadas al no aceptar renegar de su fe.
La historia escrita te cuenta que las
gentes de Holanda se levantaron todas a una contra España, pero no te dice que
en el bando imperial lucharon muchísimos nobles holandeses.
Si quieres busca quiénes eran el Duque de
Aremberg, el Duque de Bossu, los hermanos Van Barlaymont, Anton Schetz, Enrique
Van der Berg u Omer Fourdin, entre otros; eran prominentes nobles holandeses
que pelearon del lado imperial.
Tampoco te va a contar cosas como que en
1573, el Duque de Alba tiene a su mando a 54.000 soldados en Flandes, de los
cuales sólo 8.000 son españoles, y la inmensa mayoría, 30.000, eran…holandeses!
Alejandro Farnesio en 1581 cuenta con 60.000 hombres, de ellos 48.000 son
holandeses…y algo más de 6.000 españoles.
Evidentemente el patrocinio de el bando
imperial y su espíritu viene del rey de España, pero a él se adhieren muchos
locales. No es cierto que todo el pueblo holandés luchara contra España, eso no
es sino una de las manipulaciones típicas del nacionalismo, que siempre trata
de identificar su posición con la de todo el pueblo al que dice representar. Lo
cierto es que Flandes estaba partido por la mitad, entre detractores y
partidarios del Imperio.
¿Tolerancia? En 1.576 se firma un
armisticio, la Pacificación de Gante y su Edicto Perpetuo, rubricado por Juan de Austria, que reconoce la
libertad de culto, y pone como condición que se tolere el catolicismo a quien
quiera ejercerlo y se devuelvan a la Iglesia Católica las propiedades
confiscadas. Pero la paz era imposible, el lado nacionalista jamás cumplió con
sus cláusulas y en el momento en que las tropas españolas se marcharon, la
persecución a los católicos continuó. Ya no podían esgrimir la presunta
intolerancia religiosa, así que se buscaron otras excusas y la guerra se reanudó
poco después. Es la dinámica nacionalista, insaciable, cuando se satisface una
demanda, se busca otra, y así hasta el infinito. Tú que vives en la España del
siglo XXI, sabes de lo que hablo.
Tampoco sabrás mucho de los llamados
“Mendigos del Mar”, un grupo de piratas protestantes, capitaneados por un tal
Lumey de Marck, que cometieron todo tipo de asesinatos y salvajadas con
clérigos y fieles católicos. Cuando tomaron la ciudad de Gorcum, por ejemplo,
torturaron y colgaron a 19 clérigos católicos, cobrando entrada por ver el
espectáculo. Ni de unos tales De Ryhove y De Hembyze, fanáticos calvinistas que
cometieron las más desagradables atrocidades contra los católicos en Gante. Al
pirata De Marck, la literatura romántica del siglo XIX lo ha convertido en una
especie de héroe, mientras el Duque de Alba es el coco.
No ha sido hasta 1853 cuando en los
Países Bajos, ese lugar que todo el mundo considera el paradigma de la
tolerancia, los católicos han sido considerados ciudadanos de pleno derecho.
Quiero hacer capítulo aparte con
Inglaterra, porque es el principal creador y animador de la Leyenda Negra
española, desde el siglo XVI hasta el día de hoy, en el que los documentales de
la BBC y demás universo informativo siguen haciendo de España el oscuro refugio
de los curas que quemaban en piras a cientos de miles de personas.
Inglaterra se adhiere al protestantismo a
través de una iglesia nacional (la anglicana) creada por Enrique VIII. En 1534
dicta el Acta Suprema, mediante la cual se prohíbe el catolicismo. Las
rebeliones contra esta disposición fueron castigadas con la muerte, como le
ocurrió a Tomás Moro. Los monjes de la Cartuja de Londres, que también se
opusieron, fueron muertos y descuartizados. De la rebelión de católicos de 1537
el saldo es de 220 personas muertas.
Tras un breve retorno al catolicismo a la
muerte de Enrique VIII y ascenso de María I, llega al trono Isabel I quien en
1585 da cuarenta días de plazo a los sacerdotes católicos para que abandonen el
país. En 1591, y a raíz de la llamada Real Proclamación, se empieza a perseguir
casa por casa a los católicos, se fomenta la delación y se da muerte a 800 personas
culpables de, al parecer, traición por profesar el catolicismo. El
procedimiento era colgarlos, arrastrarlos y finalmente descuartizarlos, en
ejecuciones que al parecer fueron muy populares.
Según el autor inglés William Cobbet,
Isabel ejecutó por motivos religiosos a más personas que la Inquisición
Española en toda su historia (por cierto, Diego, la Inquisición será el tema de
la próxima carta).
Otras presuntas conjuras católicas en
1678, 1681 y 1780 acabaron con la muerte de cientos de personas a manos del
poder o de los mismos ciudadanos, azuzados por las altas instancias.
La presencia de cualquier autoridad
católica en Inglaterra ha estado prohibida hasta 1850, y aún hoy sigue vigente
la obligación de los miembros de la familia real a renunciar a sus derechos
dinásticos si se hacen católicos o se casan con un católico.
De cualquier forma, Diego, todo énfasis
que haga en la idea central es poco: yo no quiero entrar a juzgar si unos u
otros eran mejores o peores. Sólo quiero que sepas que es absolutamente falsa
la idea de que tus antepasados fueron asesinos que querían imponer la fe
mediante la espada y los de ellos unos románticos luchadores por la libertad.
Para terminar, déjame que te hable de
Calvino, monje protestante suizo que acabó haciéndose con el poder en aquel país. En
los primeros cuatro años mandó quemar a 54 personas, entre ellas al español
Miguel Servet, a quien una gran parte de la gente está convencida de que
ejecutó la Iglesia Católica, y se calcula que durante su mandato murieron en
Ginebra unas 500 personas en una ciudad de entonces 10.000 habitantes.
Me despido hasta la próxima carta, Diego,
cuídate.
Marco.
Excelente relato. Quedo en ansiosa espera del próximo dedicado a la Santa Inquisición.
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