(Querido lector, los enlaces del texto funcionan)
I. MI NOMBRE ES MARCO ULPIO TRAJANO
Querido Diego:
Me llamo Marco Ulpio Trajano. Nací
en Itálica, desde
donde te escribo, una importante ciudad del sur de la Hispania Romana, en el año
53 después de Cristo, y dejé este mundo en una pequeña localidad del sur de
Turquía llamada Selinus, pocos días antes de cumplir 64 años.
Te digo todo esto porque ignoro
cuánto y qué se cuenta sobre mí en tu colegio, aunque sospecho que poco. Puede
que sepas que fui emperador de Roma, pero seguramente no te han
contado que bajo mi administración, el Imperio alcanzó la cima de su poder y
extensión territorial. Casi todos los historiadores me consideran uno de los
más grandes emperadores de Roma.
Desconoces esto, de la misma
manera que sabes poco de la hisoria de España, heredera de Roma. Por eso la ignoras y en ocasiones hasta desprecias; por eso también crees a pies juntillas todas las falsedades que se han
venido contando sobre las andanzas de tu patria a lo largo del tiempo. Por eso
te has tragado toda la propaganda, que poco tiene que ver con la verdad y sólo
responde, desde el siglo XVI hasta hoy, a algo mucho más viejo que tu España,
algo incluso más viejo que Roma…la obtención y conservación del poder.
Si esto es así es porque los españoles
jamás pusimos el necesario empeño en que no triunfara la insidia. Ignoro las
razones, pero sí te digo que quienes pudieron haber dado la batalla de la
información y no la dieron, desconocían por completo hasta qué punto era
importante hacerlo. No ya por la salud del Imperio que España fundó,
sino porque se trata de algo que ha trascendido al tiempo.
Y te afecta; te afecta porque en ese fanático intolerante, sanguinario conquistador o tétrico inquisidor que de tus antepasados hicieron otros, están muchos de los complejos que como español tienes respecto al resto del mundo civilizado. De ellos nace la admiración rendida y humillada hacia quienes en realidad, tendrían más razones para admirarte a ti que para ser admirados.
Y te afecta; te afecta porque en ese fanático intolerante, sanguinario conquistador o tétrico inquisidor que de tus antepasados hicieron otros, están muchos de los complejos que como español tienes respecto al resto del mundo civilizado. De ellos nace la admiración rendida y humillada hacia quienes en realidad, tendrían más razones para admirarte a ti que para ser admirados.
En ellos y otros clichés
parecidos se encuentran las razones por las que a tu madre y otros herederos de
Roma se les pueda llamar “PIGS” cuando tienen problemas para pagar sus deudas. Los que de esa manera tan despectiva reparten etiquetas de cerdos, no son sino quienes manejan los hilos de la información desde
hace 500 años.
Algunos que precisamente son los que más tendrían que callar, a la vista de algunos hechos. Al hilo de débitos pagados tarde y mal, de reparaciones nunca satisfechas a quienes hoy ahogan y tildan de puercos, con la misma propaganda y desprecio que arruinó la imagen de tu madre. Porque Alemania, por ejemplo, tardó 92 años en satisfacer sus obligaciones, es el peor deudor de la historia, y nadie la calificó nunca con ese desprecio.
Algunos que precisamente son los que más tendrían que callar, a la vista de algunos hechos. Al hilo de débitos pagados tarde y mal, de reparaciones nunca satisfechas a quienes hoy ahogan y tildan de puercos, con la misma propaganda y desprecio que arruinó la imagen de tu madre. Porque Alemania, por ejemplo, tardó 92 años en satisfacer sus obligaciones, es el peor deudor de la historia, y nadie la calificó nunca con ese desprecio.
Inglaterra también recurrió al préstamo en su día, el mayor de la historia del
FMI, en 1976, cuando tuvo que ser rescatada, pero nunca
fue considerada un PIG.
Jamás cayeron sobre Alemania o Inglaterra las cataratas de tópicos sobre la desidia, vagancia, irresponsabilidad e incultura de sus habitantes como lo hacen ahora sobre griegos, portugueses, irlandeses, italianos o españoles. Nunca se pudieron leer en los periódicos calificativos sobre alemanes e ingleses que les pintaran como auténticos parásitos que se aprovechaban del trabajo del vecino.
Jamás cayeron sobre Alemania o Inglaterra las cataratas de tópicos sobre la desidia, vagancia, irresponsabilidad e incultura de sus habitantes como lo hacen ahora sobre griegos, portugueses, irlandeses, italianos o españoles. Nunca se pudieron leer en los periódicos calificativos sobre alemanes e ingleses que les pintaran como auténticos parásitos que se aprovechaban del trabajo del vecino.
¿Crees que no te afecta? Pues sí
lo hace, la propaganda de entonces, que aún vive, sirvió para adquirir un poder
que hoy perdura, y tiene un impacto directo en tu calidad de vida, en la salud
económica del sitio en el que vives.
En que decidan por ti, PIG,
cerdo, en que hayan determinado que tú y el resto seáis esa piara de trabajadores
de bajo coste destinados a servir a los prósperos señores del
norte a cambio de un salario mísero, de unas condiciones de vida de las que
además eres merecedor por los pecados de tus antepasados.
O en que cada verano lleguen de saldo
y en número creciente, auténticos bárbaros a disfrutar de tu casa, y en ella se
emborrachen, dejen la calle como un vertedero, se meen contra las tapias, defequen en la playa y hagan en general todo aquello que no harían, por respeto,
en sus lugares de origen. Lo hacen porque creen que es correcto, porque están
convencidos de que aquí está bien, porque su subcosnciente y lo que han aprendido desde niños pretende hacerlos los herederos de los
héroes, y a ti te considera el descendiente de los miserables, porque lo que empezó
hace tanto tiempo aún perdura, y sigue siendo útil: la propaganda y la
manipulación de la historia.
Y es que hay cosas que no sabes, y
ellos se han encargado, con nuestra inestimable ayuda, de que no las sepas,
pero yo te las voy a contar.
Te mostraré a lo largo de estas cartas cómo de falsos son los clichés que nos pusieron y aún subsisten. Podrás comprobar tú mismo que no se sostienen, por mucho que la literatura, los documentales, los periódicos y el cine de hoy (incluidos los nuestros) sigan dando cuerda a Torquemada, Felipe II como el Demonio del Mediodía o a Hernán Cortés como un carnicero.
Te mostraré a lo largo de estas cartas cómo de falsos son los clichés que nos pusieron y aún subsisten. Podrás comprobar tú mismo que no se sostienen, por mucho que la literatura, los documentales, los periódicos y el cine de hoy (incluidos los nuestros) sigan dando cuerda a Torquemada, Felipe II como el Demonio del Mediodía o a Hernán Cortés como un carnicero.
Pero primero, por favor ponte en
situación. Haz el esfuerzo de entender
el mundo y la sociedad de hace 2.000 años, de hace 500 años, y comprende que
por entonces “Imperio” era sinónimo de seguridad para la gente. El Imperio se
oponía a los particularismos, producía una ley que era igual para todos, y
fulminaba el capricho del señor particular. Cuando mi Roma cayó, esa unidad se
vino abajo, el mundo medieval se convirtió en una amalgama de mil mundos y el ser humano
se vio sometido al antojo de quien le poseyera circunstancialmente. En la
idea de Imperio está el acabar con eso, está la universalidad, la uniformidad.
Imperio era arquitectura, vías de
comunicación, unidad en el comercio, moneda común, y respeto al distinto
siempre que acatara la Ley, la de todos. No en vano con el tiempo, los pueblos
que formaban Roma acabaron sintiéndose y comportándose como romanos, y no es
casualidad tampoco que tanto de Roma siga vivo hoy.
Pues bien, a este lado del
Danubio sólo ha existido otro Imperio como tal: el de tu madre, España, lo
demás fueron negocios. Los intentos ingleses, franceses, holandeses, y el
colonialismo del siglo XIX, no pasaron de ser explotación de la tierra y su gente
sin dejar prácticamente nada a cambio, por muy grandes y rentables que algunos
llegaran a ser. Sólo la monarquía española intentó, y consiguió, fundar un
Imperio que fuera más allá de lo puramente económico después de Roma.
Y no en vano hoy Europa busca lo
mismo: la unidad.
Pero no bajo la égida del
humanismo de Erasmo, que admiraba a Carlos I, no bajo el espíritu de Roma, sino
opuesto a ello, conservando unos particularismos que dividen a la gente entre
ellos y nosotros, entre buenos y malos europeos, entre laboriosos y vagos,
entre los que pretendidamente ostentan los valores que han construido Occidente
y los que parece que significamos todo aquello a pesar de lo cual pudo
construirse.
Me despido, pronto te llegará mi
próxima carta, en la que te hablaré de la falsa intolerancia de los españoles
de la Edad Moderna y la aún más falsa liberalidad de las naciones protestantes.
Pero antes, quédate con una idea: lo que voy a exponerte no implica que yo apruebe las cosas que unos y otros hacían, tan sólo quiero que compruebes hasta qué punto es falso que tu madre encarnara la tiranía de la razón y el espíritu, mientras que sus vecinas fueran paladines de la libertad y el albedrío.
Pero antes, quédate con una idea: lo que voy a exponerte no implica que yo apruebe las cosas que unos y otros hacían, tan sólo quiero que compruebes hasta qué punto es falso que tu madre encarnara la tiranía de la razón y el espíritu, mientras que sus vecinas fueran paladines de la libertad y el albedrío.
Ni una ni otra son verdad, menos
aún desde la escala de valores del siglo XXI, pero de poder trazarse una idea contextual
de aquello, verás que fue justamente al contrario. Lo vas a comprobar y te va a
encantar.
Cuídate, Diego.
Marco.
Deseando recibir la próxima carta.
ResponderEliminarUn hermano de Diego
Muy bien, Oscar, como siempre.
ResponderEliminarLeeré con atención tus cartas. A ver si con ellas consigues desasnar a alguno por estos pagos, que buena falta nos hace quitarnos esa manía que tenemos los españoles de autoflagelarnos y de romperlo todo siempre que empezamos levantar cabeza.
Lo de desasnar a los de fuera, a los que nos miran desde hace siglos por encima del hombro, lo veo prácticamente imposible, francamente, pero... que les den.
Un abrazo,
Garikoitz
Bien harían en leer tus sabrosas misivas todos aquellos que recurrentemente se dedican a sacar los ojos a sus propios hermanos con ponzoñas concebidas, sin ellos saberlo, por mentes bárbaras de ambos lados del Atlántico.
ResponderEliminarGracias por escribirnos, amigo.
Gracias por narrar la verdad.
ResponderEliminarEsperando las próximas y muy interesantes seguro misivas Óscar. Gracias
ResponderEliminarA la espera quedo,Gracias
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarSaludos
Desde Cataluña aplaudo tu iniciativa, es cierto que llevamos mucha desventaja en el ambito de la información pero son iniciativas como esta las que pueden empezar a cambiar las tornas.
Mucho ánimo!
marc