No
creo que las organizaciones, y menos las terroristas, tengan alma. Incluso en
algunos individuos parece faltar, pero sí sé que existen ocasiones en las que
de alguna manera se puede percibir lo que anida en el interior de las cosas.
Puede
ser casualmente, pero a veces lo esencial de algo, algunos o alguien, se te
revela de forma instantánea. Esa alma, o interior de ETA lo pude ver el otro
día. Lo vi en la cara, los ojos y la expresión de ese error evolutivo al que
sus comadres de cueva llaman “Txapote”.
En
“Txapote” está condensada toda la esencia de un movimiento fanático y asesino
integrado por individuos que han sido cazados por medio de una selección
rigurosa. Los autores del “casting” saben a quién reclutan, y siempre han
dominado la técnica de selección. Sus preferencias siempre han ido por aquellos
sujetos más permeables a la fanatización, más adecuados para la carencia de
conciencia, más proclives a enfrentarse a un futuro entre rejas por una fábula
increíble…
Hablo
de los lerdos, los mentecatos, los majaderos, los cortos. Porque “Txapote” es
un asesino, sí, pero antes de serlo vino al mundo, y nació tonto. Muy tonto,
poco inteligente, escasamente dotado para el raciocinio más elemental. Por eso
es capaz de matar en virtud de un cuento para tontos, hecho a su medida. Por
eso, no se inmuta cuando se regodea en el sufrimiento que causa. Porque es
tonto, y en su recortada capacidad para entender las cosas piensa que anteponiendo
su condición de asesino a la tan evidente de imbécil, ésta quedará tapada por
aquélla.
Ojo,
no crean que le disculpo, no crean que no le considero malo. Lo que ocurre es
que aunque no todos los malos son tontos, es absolutamente cierto que todos los
tontos son malos. Y esa es la esencia, el alma de ETA. La de una caterva de
idiotas reclutados para la muerte de los demás, en la esperanza de que un mundo
mejor, una Euzkadi libre, les otorgue el lugar que su condición mental no les
puede proporcionar de ninguna manera.
El núcleo de ETA, aquello sin lo que no sería posible, está constituido de manera
imprescindible por un numeroso grupo de gilipollas que han llegado a un grado
tal de inanidad mental, que consideran buenos los muertos que causan por una
historia falsa que habrá de convertirlos en héroes. El tonto es fácilmente
captable por cualquier secta que enaltezca los valores de la colectividad, que
hable de agravios milenarios, o que tenga entre sus principios el predominio de
los derechos de un pueblo sobre los de las personas.
Es
lógico, porque el tonto no está dotado para el estudio, ni para la crítica
elemental que derrumba fácilmente el castillo de naipes de los derechos
históricos, y la mejor forma de encandilar a un tonto es apelar a sus
emociones, que siempre abundan en detrimento de la inteligencia. Pero sobre
todo porque, aunque tonto, sí alcanza a comprender que su evidente y vergonzosa
estupidez queda camuflada cuando se le hace miembro de un grupo. Cuando, a
pesar de que todo el mundo se da cuenta de lo inmensamente tonto que es, puede
presumir de pertenecer a una colectividad gloriosa. Puede alardear de ser un
tonto especial, y sobre todo, de infundir el respeto (en realidad miedo) que su
condición de tonto le niega. Porque a todos los tontos les encanta que se les
tenga miedo, es una forma de alimentar su ego, maltrecho de nacimiento.
Y
es que si no tuviesen pistola, nadie respetaría a estos tontos, ni tomaría en
serio sus tonterías. Los tontos, además, son escasamente elegantes. No podemos,
por ejemplo, pedir a un tonto que sepa perder. Es tarea inútil. Mucho menos
algo mucho más complicado, como es saber ganar. Cuando el tonto pierde le pega
una patada al tablero y se larga. Cuando gana le es inevitable hacer sangre de
aquél al que ha vencido, esparciendo su enanez mental con algarabías de
primate, saltos de corzo en celo y ademanes de oso atacado por un enjambre de
abejas.
El
mismo tonto “Txapote” es un ejemplo, cuando se pitorrea ostentosamente de
aquellos cuyo sufrimiento ha causado. Pero lo malo no es eso, lo malo no es que
el tonto nos obsequie con una de las escasas tareas para las que está
programado. Lo malo es que piense que está ganando. Y lo piensa porque existe quien le ha proporcionado esa esperanza: la de acabar imponiéndose en un partido que, no hace tanto, iba perdiendo por goleada. Primero fue el explícito “Proceso de Paz”
de ZP, ahora...es ya imposible encontrar en el arco parlamentario a quien aún tenga la decencia de
anteponer la memoria de las víctimas a los miramientos con sus asesinos, en
la esperanza de que acabemos creyendo que eran sólo tontos.
Estos,
son los que van a permitir que una jauría de idiotas sea capaz de ponernos de
rodillas a base de matar y causar dolor. Luego, además, permitirán que los
tontos como “Txapote” cumplan su sueño: el de no parecer tontos. Yo, por si
acaso se le olvida en la vorágine de alegría que cree que le está por venir, se
lo voy a recordar.
“Txapote,
cabrón, mírame, que te quiero decir una cosa: Eres muy tonto.
Muy bueno, Oscar, lo has clavado
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