miércoles, 30 de diciembre de 2015

EL AMOR TODO LO PUEDE



Dice la Biblia que el amor todo lo puede, y tan sólo hay que conocerte a ti, amigo Chinchi, para comprobar que es cierto.

Porque yo no sé bien si eres un corazón con fuerza o la fuerza de un corazón. Pero tengo muy claro que es la pasión lo que te mueve… el ardor que late en lo que se ama. 

Eso es lo que ha parido a un caballero que tiene mucho de esa gloria que más bien parece herencia, el legado inmortal de aquel tiempo en que un Tercio de Infantería Española no se rendía nunca y seguía pie a tierra en la trinchera de sus convicciones, la espada de la pureza del alma en una mano, el  estandarte de sus principios en la otra, y en la cara… la sonrisa abnegada de quien no teme a lo que venga, porque morir por aquello que se ama bien vale el infierno. 

El amor todo lo puede, Chinchi, si no que me expliquen cómo coño es posible que haya quien aguante la marea del “qué más da”, ésa que arrasa con todo, y le plante cara con la insobornable voluntad de rendir cotidiana pleitesía a sus compromisos. Que saque a la palestra la asombrosa fuerza del ejército de un soldado y ofrezca el pecho noble para una puñalada de sindiós, sin titubear. De eso sólo son capaces los que aman, los que quizá lo ignoren, pero lo pueden todo por amor.




Te veo y creo mirar al niño que no conocí pero está en ti. Incapaz de la maldad, apegado a esa devoción que sólo pueden pintar los ojos de un chaval, creyendo que los buenos ganan por buenos, y siendo uno de ellos.

Porque, querido amigo, de ti me llevo muchas enseñanzas del altímetro y sus alrededores,  pero sobre todo me guardo, en el cofre de mis esencias prestadas, un cerro de lecciones de vida, de ésas que valen lo mismo en una cabina que a ras de suelo. De las que no se pueden pagar con un “gracias”, de las que me hacen mejor, de las que puedo repartir sin temor a equivocarme, de las que sólo puede ofrecer un hombre bueno que se viste por los pies.


Ahora te vas. Aparcas el encuentro pero no el amor, y aunque no pude subirte el tren ese día, te puedo garantizar que sé lo que hiciste, lo de siempre: rendir perpetuo homenaje a lo que te enseñaron tus mayores y dejar que tus pequeños te vean hacer las cosas bien. 

Y es que el despejado camino que lleva a tu alma está plagado de cosas buenas,. de cosechas a quintales, de un enorme montón de fruto vital, un filón de riqueza personal que se desparrama, en la que nunca cupo el regateo, y en el que sólo se comercia con la única condición de arar con ese amor que todo lo puede para ser parte de la cooperativa.


Yo…aquí seguiré por un tiempo, y únicamente anhelo tener la suerte de llevar algún día los galones que me regalaste, esperando que mis hombros tengan el suficiente cuajo para parecerse un poco a ésos en los que antes estuvieron, la misma dignidad y ese amor que todo lo puede. 

Sólo le pido a esta profesión seguir siendo aquel “Último Aviador” que tanto te gustó y no era yo. 

Eras tú, amigo Chinchi.

Déjame que te pida que no cambies, que sigas siendo ése que todo lo puede por amor, que no dejes nunca de poner sellos en certificados de ingreso sabiendo que cada vez que fichas en un banco anodino estás subiendo un peldaño en el camino de tus sueños, de lo que amas. Ese es mi Chinchi, el que me deja un modelo, el que hace aspavientos y se ríe con el mismo aparato, el que no sabe que su amor todo lo puede.

Vuela amigo, vuela alto. Te quiero.

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