Del
Alférez Molina y Rubyo.
Legión Extranjera del Jeque Hamad Bin Maalouf.
Posta Militar del Emirato a Poniente.
Legión Extranjera del Jeque Hamad Bin Maalouf.
Posta Militar del Emirato a Poniente.
Al Capitán Enrique Zubiaga y
Azaola.
Tercio Viejo del Maestre de Campo
Sanz.
Posta Militar de la
Gloria de las Armas Españolas.
21 de Febrero de 1655.
Mi muy querido capitán y maestro:
Espero que al recibo de la
presente se encuentre Vuesa Merced en buena condición, y que el trago de haber
dejado atrás pica, rodela y arcabuz, haya transitado sin mayor postración.
Puede cualquiera adivinar lo que
el corazón a cada poco susurra, a quien ha de poner término a una vida
entregada a lo que el amor de niño apuntaba y pintaba como anhelo.
Pierda cuidado, capitán, que el
tiempo no perdona ni a Ucé ni a quienes necesariamente hemos de pasar los
trances que la vida nos tiene listos en el zurrón.
Pero no es poca cosa, sino capital, el acabar
encomienda y servicio pudiendo jactarse de haber hecho del deber rutina, como
no lo es poder blasonar de algo tan troncal como ser querido.
No hay brujas ni bálsamos en el
particular, mi capitán, cada cual recibe de vuelta lo que un día entregó, y si
el homenaje que a Vuacé se le ha dispensado ha sido cumplido, no es más que porque
lo que Vuesa Merced dio, trajo cuenta de
bonhomía, cariño, lealtad y nobleza a manos llenas.
No cabe otra, maestro, sino aceptar con solaz que lo que Ucé
contempla no es otro que el retoño de lo que día a día fue poniendo en semilla.
Es Vuesa Merced bueno, en lo de
empuñar la espada y en lo del amor al arte. Mucho.
Sepa Vuacé que, aunque pocas
veces compartimos trinchera, puedo y digo muy orgulloso en los corrillos que el
capitán Zubiaga es mi amigo, con todo lo que ello conlleva. Sepa asimismo que
en lo largo o corto que a nuestro trato alcanza, estoy en la inteligencia de
que me llevo para el viaje un cerro de cosas aprendidas, valiosas y de gran
provecho.
Sepa, si de algo le vale, que con
Ucé aprendí que las cosas no se miran desde el estado que tienen, sino a través
del catalejo de lo que creemos que, en buena razón, han de ser. Y que toda
porfía con ese norte es buena como tal, y alimenta el alma.
Sepa que hago calco del
compromiso de un vasco de los de antes para, hasta donde mi destreza alcance,
poder decir a mis deudos (como hará Vuesa Merced sin esfuerzo) que nunca jamás
dejé mina sin levantar cuando lo que movía a poner el pecho en guisa de ser
partido, era acuchillar a lo injusto.
Sepa que llevé mucha enseñanza de
aquél mi Tercio Viejo. Pero que si algún
día hice artículo de fe al plantarle cara al miedo con el acero de mis razones
en una mano y mis cojones colgando de la otra, no fue sino por haber tenido
trato con gente como Ucé, a cuyos méritos me rindo, y cuya altura aspiro.
Sepa, en fin, que mucho aprecio a
quien de la parla hace acto, y no tolera que al cogollo de sus principios le
hable alto nadie, aunque empuñe arcabuz. Porque de pretendientes de la bizarría
siempre habremos harto, pero de hombres que con sus pasos hagan honor a las
palabras que de su boca salen, no andamos sobrados.
Pues más aprovecharía un
escuadrón de intolerantes a que les muevan los aparejos, que toda una legión de
predicadores.
Que no es lo que proclama quien
quiere, sino quien puede. Y Vuesa Merced puede.
Y este humilde soldado desearía que lo que en Vuacé vio, fuera cierto a lo largo de su tracto. Y no sólo por lo que entra las piernas cuelga, sino por el poco recelo de poner en sazón dejar la vida sin aspavientos ni gritos que no merecen al contexto, sino más bien con la norteña y recia flema de quien sabe que lo que es justo ¡Lo que es justo mi capitán! también grita a Santiago cada baza que cierran los hombres buenos.
Siga así, mi capitán, siga siendo
crudo con el fuerte, y cálido con el débil, que el día en que el montante venga
al cobro del último pago, podrá Vuesa Merced exponer ante el alguacil supremo una
nutrida relación de apego entregado y recibido, y la hoja de servicios de quien
sin hacer ruido, hizo lo que de un hombre se espera.
Porque si con semejante alforja
no somos invitados a su mesa, me hago cruces de qué será lo que alcance.
Sólo tengo pena en no haber
podido compartir mesa, mantel, camaradería y recibimiento en su última salida,
mas los deseos de quien propone no siempre concuerdan con lo que el hombre
dispone. Y aquí en mi Tercio Nuevo, me fue negado el pase de pernocta para
haber podido hacer bueno en forma de sentido abrazo lo que estas letras rezan.
Tómelas Vuecencia como el humilde
homenaje de este alférez que le quiere.
Dios Guarde a Vuesa Merced Muchos
Años.
Mi muy querido Alferez Molina:
ResponderEliminarEs un honor leerte y me dejas sin palabras para responder a las tuyas.
Quedo pues a tus pies y ya sabéis donde tenéis vuestra casa, y también sabes tú que lo anterior no es retórica sino que estaremos más que encantados de recibiros como os merecéis en nuestro humilde chabolo. Que así sea.
Un fortísimo abrazo,