lunes, 23 de febrero de 2015

Homenaje del Alférez Molina y Rubio al Capitán Zubiaga y Azaola


Del Alférez Molina y Rubyo.
Legión Extranjera del Jeque Hamad Bin Maalouf.
Posta Militar del Emirato a Poniente.

Al Capitán Enrique Zubiaga y Azaola.
Tercio Viejo del Maestre de Campo Sanz.
                        Posta Militar de la Gloria de las Armas Españolas.

21 de Febrero de 1655.



Mi muy querido capitán y maestro:


Espero que al recibo de la presente se encuentre Vuesa Merced en buena condición, y que el trago de haber dejado atrás pica, rodela y arcabuz, haya transitado sin mayor postración. 

Puede cualquiera adivinar lo que el corazón a cada poco susurra, a quien ha de poner término a una vida entregada a lo que el amor de niño apuntaba y pintaba como anhelo.

Pierda cuidado, capitán, que el tiempo no perdona ni a Ucé ni a quienes necesariamente hemos de pasar los trances que la vida nos tiene listos en el zurrón.   

Pero no es poca cosa, sino capital, el acabar encomienda y servicio pudiendo jactarse de haber hecho del deber rutina, como no lo es poder blasonar de algo tan troncal como ser querido.

No hay brujas ni bálsamos en el particular, mi capitán, cada cual recibe de vuelta lo que un día entregó, y si el homenaje que a Vuacé se le ha dispensado ha sido cumplido, no es más que porque lo que Vuesa Merced dio, trajo cuenta de bonhomía, cariño, lealtad y nobleza a manos llenas. 

No cabe otra, maestro,  sino aceptar con solaz que lo que Ucé contempla no es otro que el retoño de lo que día a día fue poniendo en semilla.

Es Vuesa Merced bueno, en lo de empuñar la espada y en lo del amor al arte. Mucho. 



Sepa Vuacé que, aunque pocas veces compartimos trinchera, puedo y digo muy orgulloso en los corrillos que el capitán Zubiaga es mi amigo, con todo lo que ello conlleva. Sepa asimismo que en lo largo o corto que a nuestro trato alcanza, estoy en la inteligencia de que me llevo para el viaje un cerro de cosas aprendidas, valiosas y de gran provecho. 

Sepa, si de algo le vale, que con Ucé aprendí que las cosas no se miran desde el estado que tienen, sino a través del catalejo de lo que creemos que, en buena razón, han de ser. Y que toda porfía con ese norte es buena como tal, y alimenta el alma.

Sepa que hago calco del compromiso de un vasco de los de antes para, hasta donde mi destreza alcance, poder decir a mis deudos (como hará Vuesa Merced sin esfuerzo) que nunca jamás dejé mina sin levantar cuando lo que movía a poner el pecho en guisa de ser partido,  era acuchillar a lo injusto.

Sepa que llevé mucha enseñanza de aquél mi Tercio Viejo.  Pero que si algún día hice artículo de fe al plantarle cara al miedo con el acero de mis razones en una mano y mis cojones colgando de la otra, no fue sino por haber tenido trato con gente como Ucé, a cuyos méritos me rindo, y cuya altura aspiro.

Sepa, en fin, que mucho aprecio a quien de la parla hace acto, y no tolera que al cogollo de sus principios le hable alto nadie, aunque empuñe arcabuz. Porque de pretendientes de la bizarría siempre habremos harto, pero de hombres que con sus pasos hagan honor a las palabras que de su boca salen, no andamos sobrados. 

Pues más aprovecharía un escuadrón de intolerantes a que les muevan los aparejos, que toda una legión de predicadores. 

Que no es lo que proclama quien quiere, sino quien puede. Y Vuesa Merced puede.

Y este humilde soldado desearía que lo que en Vuacé vio, fuera cierto a lo largo de su tracto. Y no sólo por lo que entra las piernas cuelga, sino por el poco recelo de poner en sazón dejar la vida sin aspavientos ni gritos que no merecen al contexto, sino más bien  con la norteña y recia flema de quien sabe que lo que es justo ¡Lo que es justo mi capitán! también grita a Santiago cada baza que cierran los hombres buenos.

Siga así, mi capitán, siga siendo crudo con el fuerte, y cálido con el débil, que el día en que el montante venga al cobro del último pago, podrá Vuesa Merced exponer ante el alguacil supremo una nutrida relación de apego entregado y recibido, y la hoja de servicios de quien sin hacer ruido, hizo lo que de un hombre se espera. 

Porque si con semejante alforja no somos invitados a su mesa, me hago cruces de qué será lo que alcance.

Sólo tengo pena en no haber podido compartir mesa, mantel, camaradería y recibimiento en su última salida, mas los deseos de quien propone no siempre concuerdan con lo que el hombre dispone. Y aquí en mi Tercio Nuevo, me fue negado el pase de pernocta para haber podido hacer bueno en forma de sentido abrazo lo que estas letras rezan. 

Tómelas Vuecencia como el humilde homenaje de este alférez que le quiere.

Dios Guarde a Vuesa Merced Muchos Años.




1 comentario:

  1. Mi muy querido Alferez Molina:

    Es un honor leerte y me dejas sin palabras para responder a las tuyas.

    Quedo pues a tus pies y ya sabéis donde tenéis vuestra casa, y también sabes tú que lo anterior no es retórica sino que estaremos más que encantados de recibiros como os merecéis en nuestro humilde chabolo. Que así sea.

    Un fortísimo abrazo,

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