domingo, 8 de febrero de 2015

NOCHES ENTRE LAS MIL Y UNA



NOCHE 3: Correspondencia del Alférez Molina con su confesor en Madrid




Del Alférez Molina y Rubyo.
Legión Extranjera del Jeque Hamad Bin Maalouf.
Posta Militar del Emirato a Poniente.

Al Padre Abad Antonio Montero y Villaplana.
Convento de la Encarnación.
Villa y Corte de Madrid.

Dubai,  a 8 de Febrero de 1655.

Estimado y Reverendísimo Padre:


No me lo diga, Paternidad, lo sé. Jamás había pasado tanto desde que Vuacé recibiera nuevas mías. Le ruego que su parentela con Job haga baza de confesionario y tenga a bien Vuesa Merced perdonarme. Disponga Ucé la penitencia, que le prometo meter un Avemaría entre mojada y arcabuzazo y desollarme las rodillas a fuer de Padrenuestros a la hora del rancho. Así hasta que a Su Paternidad le plugue, pues bien sé por lo que me han dicho, que ha llegado a temerse que ya anduviese yo cenando con Él, o comiendo junto a la lumbre. Porque ya no sabe uno si ganará el cielo o irá derechito a presentar sus respetos a Pedro Botero. No le he epistolado desde que cambié de escarapela, pero le ruego entienda que hacer tránsito de vida, pertrechos, familia y hasta lealtades no es muy compatible con la cumplida correspondencia, así que si Su Paternidad me perdona ruégole que ponga ojos a estas líneas con el cariño habitual.

Aquí me ando Padre, habiendo rebajado el monto de mis exigencias a la sola soldada, pues de devoción entregada y nunca devuelta ya tuve harto. Así que, como ya hablamos Vuesa Merced y yo, hice concreto el vender mi espada por el solo precio, visto que cualquiera otra cosa que de mí partiera era raramente correspondida. A nadie ya extraña, en estos tiempos que vive el negocio, pues cierto es que nuestros propios Tercios andan cada vez más poblados de mercenarios a quienes la cruz de Santiago no se les da un ardite, y más bien hicieron camino calibrando el peso de la bolsa como merecida alforja que hiciera bueno el viaje.

Aquí Padre, si vamos al punto gordo, todo es distinto pero muy parecido. La paga correcta y el esfuerzo parejo. Cambian tablados, plazas y parla, pero a fin de cuentas lo mío sigue versando en aquello para lo que hice carrera: tirar de acero y prender mecha para ganar porfías a diestro y siniestro. Son otros los lugares do tienen sitio las campañas, muchos que yo nunca había hollado. Si le digo que ya visité Cypango le harán arco las cejas, pero así es. Como si le cuento que he dormido en las tierras del Khan, en tropicales islas africanas o comido buey en el Alto México. 

También algo he andado por una tremenda isla muy al sur, casi donde da la vuelta el aire que viene de nuestra América, pero por el otro lado. Sitio correcto padre, del que traen origen algunos compañeros de armas, eso sí, algo particulares. 

Resulta a éstos jocoso escucharles hablar, que más bien parecen descubridores o fundadores de la industria que nos ocupa, y convencidos guardianes de su más pura ortodoxia.

¿Rodeado de herejes? Sí Paternidad, aquí me rozo el hombro con seguidores de Lutero y amantes del Profeta de maitines a vísperas. Le diré, Padre, que pericia y dedicación son encomiables en ellos y a mí me reporta gran aprendizaje. A la riqueza de corazón y espíritu se accede de muchas maneras, igual que de muchos modos puede completarse el saber. Y un camino más que recto, aunque a veces empinado, es conocer lo distinto y empaparse dello.

 Así que no se me altere, que esto de la milicia ha tornado en ser una cuestión de poner la paga enfrente y enterrar amores. Bien sabe Vuacé que yo llevo más tajos por defender la fe verdadera que por la guerra misma, y que de soplamocos por amor al arte ya escarmenté tiempo ha. Así que, como todo tiempo llega a un hombre en el que ha de medir el balance de sus ardores en términos de aprovechamiento, y visto que de lo otro ni yo podía ya  dar nada ni nada me era dado, doy por buena la mudanza. 

Y no es que aquí me lleven atado a longanizas, pues eso no ocurre en sitio alguno de Dios, pero sí soslayo por estas tierras un provenir más halagüeño que el que allí se me deparaba, y más parejo a los merecimientos que tanto yo como mis cofrades de armas veníamos devengando con creces. Pero ya sabe Padre, la verdad es cosa a la que sólo seduce el tiempo. Veremos, pues.

Además, pierda cuidado, que de españoles anda el sitio cumplido, y más cada día que pasa. Hasta aquí, lo sabe Vuecencia, hemos hecho hatillo una cuadrilla abultada. Y no sólo de cantidad, que de calidad le hablo, tanto en el manejo de la toledana como en humanidad lustrosa.

Se preguntará Vuesa Merced si echo de menos a España y al Tercio. Pues le diré sobre el particular que lo que viene siendo extrañar, extraño a Padre y a Madre; a los hermanos, familia y buenos amigos que allí quedan. 

De mi España, que es tanto madre a la que amo, como perra vieja desagradecida, añoro usos y costumbres. Cosa extraña el sentimiento doble, pues quiero a mi patria con todo el brío al que el corazón alcanza, mas no puedo evitar que se me asome el reproche. 

Aunque más que a ella, que en el fondo nadie es, mi cuita se alarga y apunta a tanto regidor nefasto, tanto alguacil vulgar, tanto gobernador puto, tanto comerciante aprovechado y corrupto, juez tramposo y pelotillero y tanto cronista a sueldo como allí han medrado. Total para esquilmar a gente toda honrada y hacer industria especialista del arte de vivir del esfuerzo ajeno. 

Una pena, Paternidad, que todos estos, y algunos otros, hayan conseguido ordeñar hasta dejar más seca que el ojo de la Inés a una nación como la nuestra, despreciar a sus mejores hijos y hundirla en la miseria a base del fomento de la mediocridad a cambio tan sólo del unto. Y no es buena cosa, Padre, pues barrunto que a mi querida España no le alcanza la componenda sino a tiro largo, de a muchos años, tal es el agujero que le han venido haciendo. Que ya sabe Vuacé, que cuando la cosa va de leches, hasta los cabritos se ordeñan.

Del Tercio viejo, comprenderá Vuecencia que echo de menos muchas cosas, mayormente tanto compañero de armas bueno y cabal como allí sigue. También el método, pues allá importa más el contenido que un continente que aquí más parece palabra de Dios. A aquel mi Tercio lo quería, y lo quiero, de éste vivo. Y mi afecto de aquí trae cuenta de otras cosas que tenemos los zagales, la dueña y yo mismo, así como a la experiencia misma, que nos está pagando en cosas que ni son tangibles ni alcanza a ver un contable.

En aquel Tercio aprendí a ser soldado, compartí trinchera con grandes maestros y puse mis primeras picas en Flandes. Conocí camaradas que fueron escuela en el ejemplo, desbravé la energía que la juventud conlleva, cuando el ansia de acción y gloria te hacen creer tan invencible como para apedrear al sol. Ahora soy otro Padre, mayor aunque con trecho pendiente, con menos ímpetus pero un poco más sabio, y como cada día tiene su afán, creo que éste es el sitio do seguir creciendo. Mas soy consciente de que el premio que de aquí lleve, a aquello se lo debo. Y también siento que aquel Tercio, mi sueño de púber, siempre tendrá especial nido en mi corazón, tal que un primer amor que nunca se olvida.

Lo cual no quita para que, como en todas partes, allá también se cuezan habas. Por eso ya le adelanto que aunque cristianamente perdono, no olvido a todas las sabandijas, en traje de soldados, que de oro se hicieron arrimándose a los autores del expolio, para llenarse el bolsillo o alcanzar más galones, ni se me va de la memoria tanto industrioso del qué hay de lo mío.

Ni por supuesto todo valentón de andar patizambo y chocar de acero, pero sólo al caminar, que en los corrillos llenaba su boca de mucho voto a tal y cual, o por la gloria de mi madre, y cuando en verdad pintaban bastos acababa oliendo tal que la letrina que hay tras el barracón. 

Que es muy pintón dar palmadas en la espalda y entregar loas a quienes acaban quebrados, y luego hincar la rodilla a la cuarta pregunta; o hasta hacer alharacas tirando de abrazo y saludo ceremonioso para luego andar a la espalda con cotilleos de alcahueta sobre quien se pone en guisa de que le partan la cara. Aunque claro Padre, uno también entiende que para ciertas cosas es menester tener cojones y no es culpa de nadie el haber venido al mundo capado. Que la milicia es una religión de hombres honrados, como decía el gran Calderón, pero muchas veces rodeados de mierda. 

Por lo demás, Padre, nos hallamos contentos, con la esperanza en la rienda y la ilusión en la espuela. Convencidos de que el canje de vida toda, será cosa de provecho. Aprendiendo cada mañana que los caminos del Señor no son sólo inescrutables sino también muchos y variados; y haciendo reflexión dello por la tarde. En mezcolanza con gentes de toda laya, condición y procedencia que alumbran cosas y hallazgos que sin el viaje no tendríamos. Con añoranza de lo nuestro pero haciéndolo más ancho y convencidos de que al final cumpliremos balance y de satisfacciones habrá copia. Solazados en buenos ratos y tomando la enseñanza, en el terreno mismo, de que la vida es cosa que se hace y en la inteligencia de que, aunque es Dios quien dispone, no es cosa poca lo que el hombre propone. Tratando de que todo esto haga morada en la cabeza de los chicos, mientras nosotros nos reconocemos discípulos de la trocha elegida, desbrozándola cada día.

Tan juntos los cuatro en lo bueno, como hermanados en las dificultades que por propia naturaleza carecen de patria, y que de todo guiso vital no son sino condimento. Y convencidos de que, a la postre, el desierto es tan sólo un sitio cierto en el que ahora hacemos vida, pero nunca un lugar en el alma. 

No le entretengo más, Pater, que a buen seguro tiene Vuesa Merced muchas y santas obligaciones de mayor sustancia que leer las divagaciones de este hombre ex patria que, eso sí, le quiere, recuerda y aprecia. Ténganos en sus oraciones y alumbre recuerdo nuestro de vez en cuando.

Dios Guarde a Vuesa Merced muchos años.

2 comentarios:

  1. Alfere Molina y Rubyo,me alegra de tener noticias suyas aunque sea en los Emiratos de Pòniente,donde la MARCA HISPANIA quedara patente
    Mis saludos
    Ad delkrim Salam Udin Al Ayubi
    Al Andaluz Febrero año 2015

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  2. Querido Óscar: aquí en el viejo tercio los soldados de verdad no os olvidan, y disfrutan con vuestras aventuras en tierra infiel. Precioso relato de vuestra vida allí.
    Un abrazo muy fuerte. PICUS I.Luna.

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