Del Alférez Molina y Rubyo
Tercio Viejo de Leyva
Posta Militar de Flandes
Al Padre Abad Antonio Montero y Villaplana
Convento de la Encarnación
Villa y Corte de Madrid
Alrededores de Breda, 14 de Diciembre de 1645
Espero que al recibo de la
presente esté Vuesa Merced sano y entero, y que aquella condición de humores
que túvole en trance de calenturas, haya transitado sin mayor postración.
Débole disculpas por no haberle epistolado en los últimos tiempos, mas sepa
Vuacé que la cosa no ha sido por desidia, pereza o indiligencia, sino más bien
por un lance que dejóme en la horizontal durante un par de semanas.
Me refiero
a mi primera herida de guerra, tomada en una desas escaramuzas que por aquí son
el pan nuestro de cada día. Aquellos herejes se batieron como verdaderos
soldados y vendieron caras sus asaduras, que bien sabe Vuesa Merced que arrojo
e hideputez no tienen por qué hacer malas migas. Lo mío en concreto vino cuando
trabéme en corto con uno dellos, grande y pelirrojo como todos los hijos destas
tierras, y que, cuando ya lo tenía listo de papeles como a guarro para
morcillas, sacó un pistolón del cinto con el que acertóme en el vientre. Yo
cuando palpé la sangre bajo el coleto, pensé que aquello era sota de bastos
fija; mas la herida, aunque fea, no fue tan grave como para que me untaran la
cara con óleos.
De cualquier forma, Padre, no me desazona tanto mi llaga, como las nuevas de las que Vuesa Merced me da cuenta en su última carta, si bien algunas no nos son ajenas y estamos en su conocimiento, pues aunque esto está lejos, no deja de ser la Cristiandad lo que aquí nos es menester ensanchar a golpe de arcabuz.
De cualquier forma, Padre, no me desazona tanto mi llaga, como las nuevas de las que Vuesa Merced me da cuenta en su última carta, si bien algunas no nos son ajenas y estamos en su conocimiento, pues aunque esto está lejos, no deja de ser la Cristiandad lo que aquí nos es menester ensanchar a golpe de arcabuz.
Ahora bien le digo que, de las
cosas que Vuacé relata, hay una que me tiene más tieso que el codo de un
Cristo, y me pone los pelos del pecho como picas de coselete.
¿Dice Vuesa Merced que la Flota de
las Indias anda de capa caída? ¿Qué va a mandar a pique 25 galeones y dejar de
pedigüeños a 4.500 de marinería, oficialidad y tropa?
Pues no lo entiendo Padre. Mucha
ruina se me antoja esa para una escuadra de bajeles que vienen con las bodegas
ahítas de oro día sí y día también. Y lo peor no es eso, porque de la Flota de
Indias no viven sólo los que sirven, sino toda suerte de gente a quien su
plenitud aprovecha. Si mandamos al dique seco esa riqueza de España, no está
lejos el tiempo en el que veamos que los hambrientos se apelmazan como piojos
en costura.
Cuando cierren los talleres, decaigan ultramarinos, se apalanquen trancas
en mesones y tanto hijo de vecino se ponga a la cola de la sopa boba, principiaran
a volar bastos en todas direcciones (si es que el baile no anda ya de comienzo).
Pues eso, habrá que escuchar el relato de historias viejas que nos traerá el
Almirantazgo con un fresco de galeones a modo de frontispicio. Ya me jode ser
profeta, Padre, pero el diablo tiene esas chanzas, y cuando hace presa en
alguien viene con las del turco.
Y es que no cabe en cabeza de penco que lo que ayer eran minas de
Salomón con aparejo flotante, ande hoy, así y de repente, sin un guil, por arte
de nadie sabe qué extrañas componendas.
Porque a mí no me la dan Padre, aquí hay juego de villanos, naipes con
mucha marca y demasiada doble manga en tanto jubón dorado. Más me pinta que el
problema no es tanto de carestía, y más de la mala sombra de que quienes dirigen
nuestra flota lo hagan con mano tan puerca.
Mucho va a tener que ver en esto la alianza con el inglés, pues sabido
es que por mucho que adopte afectado continente, tenga maneras de duque y ponga
vocecilla de santo, no han parido madres desde la noche de los tiempos a gente
tan pirata, corsaria sin disimulo y carterista de buenos modos. Ya me lo decía
mi abuelo, que cuando el inglés te obsequia con jubón de rica lana es porque
antes te ha levantado el rebaño de pleno.
No se comprende Padre, que hasta ahora nuestros galeones largaran trapo dejando
estela de oro, y ahora tengamos que tragarnos que las minas de Potosí lo son de serrín.
Y que el inglés anduviese con barcos de baratillo, las velas con más mierda que
el candil de una cuadra, y el casco parcheado tal que un tambor del Tercio, y
aparezcan en un repente tal que cofres flotantes, cargados de sonante sin nunca
haber tenido contante. Eso es querer hacer un quince con dos sietes, y no se lo traga ni la Tita Lela, la tonta de
Cuchilleros, así que poca vendimia puede esperarse, Padre, de cepa tan ruinosa.
Aquí ha habido trasfusión, Padre, de lo mucho que nosotros habíamos a
meter en plenitud lo que en ellos estaba más transparente que sopa de convento. Esa es la traza que tiene, y no otra, la repentina debacle de unos y la fortuna de los otros.
No hay más que echar una visual al Almirante inglés, ese tal Guillermo
que a nuestro Rey desafía, para ver que tras esa jeta de intestinos mal
aliviados, se esconde un tramposo de oficio, perito en tejemanejes que aprovechen
a su bolsa.
Y yo cada vez que le veo, no puedo sino acordarme de esos versos cabales
que escribió el bueno de Quevedo:
“Hombre en quien la limpieza fue
tan poca
no tocando a su cepa,
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.”
no tocando a su cepa,
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.”
Pero mire una cosa Padre, que igual que cuando entró la morisma
arramplando por Guadalete fue menester que hubiese traidores, no es menor
ocasión esta baza, pues para tamaño Sindiós hacen falta fulleros de mano bien
ensebada. Y haberlos haylos, como hay Dios.
Vea si no al Almirante, tan de gentes, metido en Mundo, con alharacas de
nobleza que luego su alma desmiente. Mucho arte tiene éste, pero para todo tipo
de industrias, que lo mismo ofrece copas que se guarda el as de oros,
distrayéndolo de la baraja que a todo Cristo alimenta.
¿Y qué decir del segundo? De cara y gesto que más que para marino me
pegan para familiar del Santo Oficio. Risa forzada, mediocre hasta las cachas,
historial de navegaciones fallidas y con unos aires palaciegos que delatan su
natural querencia por entrar a arrimar el culo de quienes su cuna no alcanza.
Ambiciones por lo fino, Padre, que ya sabe Vuesa Merced que aparte del
puto dinero, hollar los Reales Sitios presumiendo de hidalgo viejo, y poder
contarlo al día siguiente, atiborra la vanidad que mucho español deste tremendo
siglo, hasta el de integridad más escasa, lleva dentro.
Pero le voy a decir más cosas, que no me olvido de algún que otro
oficial de los que entre nosotros servían, y que ahora blande ufano bastón de
Contramaestre. Manda huevos, Padre, que tanta servidumbre sea premiada, y tener
que ver ahora a gente de mar metida de pleno al oficio de mamporrero dice mucho
de naturalezas humanas que, siempre con excusa presta, no hacen sino más llano
el camino para que el mal triunfe.
Porque de buena tinta hemos alcanzado a saber que se requiere con harta
frecuencia destos su brazo, mas no para montar sino para portar al hombro, como
si de enorme culebrina se tratara, aquello que tan grande tienen los caballos
como lo quisiéramos los humanos.
Y me va a perdonar, Padre, la propiedad en el lenguaje, pero ha de
resultar grotesco ver cargar a tan veteranos marinos con semejantes
cipotes, y ayudar con mano torpe y poco diestra a que se consume lo que la
Naturaleza a veces no tiene entre sus aciertos.
Tal parecerá que hayan cambiado su estampa de Rey de Espadas por la
misma carta pero de otro palo. Y no sé yo si la deshonra será poca al lado del
esfuerzo, pues para que se haga cabal idea y dado que Vuacé es lego en
caballerías, le diré que los miembros desos equinos en estado de relajación
asemejan en forma y tamaño a una liebre muerta, pero puestos en sazón, harían
buen relleno para una salva de artillería. Y lo malo es que el agujero al que
apuntan, por orden del Almirantazgo, no es otro que el ya dolorido de sus
antaño camaradas de armas.
Ahora, pierda cuidado, que San Martín es fecha cierta en el calendario,
y la buena costumbre tiene de llegar para todo cerdo. Y lo que soy yo, ardo en deseos de ver a más de un gorrino
bien colgado de un gancho. Y no me entienda mal, Padre, que no hablo de
violencias, sino de público reproche y envío de algún que otro puerco al
despiece del desprecio.
De todas formas miré Vuacé una cosa, harto raro se me haría que la
marinería, tropa y oficialidad de la Flota de Indias se vaya a dejar menear los
aparejos así como si el particular se le diera un ardite. Más me pega que,
entrados en plática gruesa, pueda haber más de una mojada, y algún que otro
enterado acabe con una cuarta de acero de esas de cuarta costilla, y no en lo
literal, sino más bien sentado a relatar la panoplia de sus razones ante Su
Señoría.
Y de oposición, lucha y follón me barrunto que la cosa no va andar de medio lado, y que de gallas puede haber copia, porque metido el negocio en afrenta
de política escasa, le juro por la tierra que me ha parido que nunca podrá
Vuesa Merced hacerse cuenta de cómo se bate la mejor infantería del Mundo, cómo
aprieta cuando pintan bastos, ni cómo muere sin poner rodilla a tierra y dando
por bueno el perder la piel por el solo hecho de haberla vendido cara.
Y si al de enfrente no le acomoda, le diré que más cuenta trae ser
consciente de que si inauguras puesto de carnicero, igual un día te devuelven
las chuletas, y a lo mejor no son de ternera, sino de mano abierta. O superior.
Aunque, metidos en la lógica, más propio se me daría que venga Su
Majestad a desliar la madeja, pues a fin de cuentas no deja de ser riqueza de
España, y negocio de patria toda, lo que estos ganapanes han puesto en el tapete.
Que tome voz el que manda, que las cosas retornen a su estado de natura y ya
metidos en harina, que se deje sin honra ni bolsa a los que tienen menos crédito que virtud hay en la calle Montera.
De ellos depende Padre, que esto acabe como Nordlingen o al modo de Rocroi.
En fin Padre, que a ver si al final impera el común de los sentidos y
tiene todo la buena componenda que la inteligencia demanda.
Dios Guarde a Vuesa Merced Muchos Años.
Oscar Molina y Rubyo.
Alférez de Su Majestad en la Flota de la Mar Océana.
Veterano de Flandes.
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