jueves, 11 de diciembre de 2014

NOCHES ENTRE LAS MIL Y UNA



NOCHE 2- El Alma Sin Medias Suelas

Recibir visitas forma parte del sueño. 

Para cualquier expatriado resulta muy especial poder introducir en su nueva aventura a quienes formaron parte de la anterior, aunque sea por unos días. No es exhibicionismo, ni venta “in situ” y por píldoras de la nueva experiencia, sino integración. Es la mezcla temporal de lo nuevo y estrenado con lo querido y tantas veces puesto sobre los hombros. Es hacer tan cercano a lo familiar como a lo que se anhela y está por venir. Echar mano de una pieza del puzzle que descansa en la mesa de ayer y comprobar lo bien que encaja en el que hemos puesto sobre la nueva.

Algunas de esas piezas antiguas son piezas maestras. Lo son por tanto sentido como dieron a la foto completa, porque en torno a ellas giran ramas sin las que la composición no sería nada, y porque derraman un cariño cuyo color nunca ha desaparecido de las siguientes.

Pablo, mi compañero del colegio, mi amigo de la adolescencia, es una de esas piezas. Y Pablo vino a vernos a Dubai. Lo hizo con su familia, con su puzzle en la mochila, en el que también hay piezas que llevan mi cara, mi santo y mi seña.



Lo cierto es que la verdadera obra de un ser humano es su vida, y en ese principio de libertad se funda lo único que, a efectos prácticos, nos hace a todos iguales. En esa realidad se acaba la igualdad. Con una mayor o menor amplitud de opciones, todos tenemos un mandato de comandantes y artistas de lo que queramos ser. No somos lanzados a la vida para vivirla, sino para hacerla, desde el día en que venimos hasta el día en que nos vamos.

Por eso resulta tremendamente curioso que dos personas tan extraordinariamente distintas en el método estén dando a luz obras tan asombrosamente iguales. La amistad de Pablo y Oscar siempre fue contradictoria, escéptica en sus pareceres y necesariamente a gritos entre caminos mentales que discurrían tan lejanos. Y sin embargo, tan cercana. 

Todo el que nos conociera bien se preguntaba cómo podían tener dos personas tan diferentes semejante grado de complicidad, cómo podían ser tan amigos quienes, aparentemente, no pensaban lo mismo en nada. Cómo casaba la flema y el método de Pablo con la febril hiperactividad de Oscar; la reactividad rabiosa de éste con el cartesiano análisis de aquél. La vehemencia insolente del bajito, con la seguridad que seducía del alto. Complementariedad, diría el amante de los tópicos, y se equivocaría, porque las personas sólo somos piezas del puzzle ajeno, que nunca es otra persona. El puzzle no es nadie, es la vida. Y ahí está la respuesta: en la obra, en la vida. Ahí reside el porqué de que dos seres tan diversos puedan estar tan unidos.



Yo ya lo he comprendido, y ha sido aquí, en el lugar en el que algunas Noches entre las Mil y Una me vienen dando la clarividencia para entender muchas cosas que es posible que sólo se comprendan desde la perspectiva de la distancia y el tiempo. 

La obra, la vida, esa es la clave. 

Porque los colores de los cuadros no hacen tan distintos a unos de otros cuando lo que se pinta es tan parecido. Y Pablo se ve en mi pintura, como a mí se me podría reconocer en la suya.

Los dos supimos siempre cómo era el mundo que nos queríamos comer, y seguimos dando bocados. Ninguno ha dejado de estar enamorado de la rebeldía, cada cual con un objeto distinto, y a ella la seguimos rezando todas las noches, rogando que a la mañana siguiente vuelva a aparecer en el espejo. 

Ni a Pablo ni a mí jamás nos amargó un dulce, pero nunca hicimos de los pasteles nuestra ambición vital, ni nos tentó acabar de maestros reposteros. Más bien siempre estuvimos intrigados sobre las razones que había para que algunos pudieran atiborrarse de azúcar, y aumentar su colesterol de maldad, mientras otros sólo podían mirarlos desde el escaparate; o por qué estos últimos, que raramente probaban bocado, también podían convertirse en malos.



Ahora sabemos los dos que al final, nuestra obra discurría por caminos lejanos pero que tenían un mismo norte, y en cuyo tránsito estaba, como estación innegociable, entregar a este inmenso teatro otras obras que ya empiezan a caminar por sí solas.

Lo sabes. Lo sabes cuando ves a Pablo en sus hijos.  Y él lo sabe cuando me ve en los míos. Cuando contemplas a cinco chavales que prácticamente no se conocen de nada y compruebas incrédulo lo bien que se llevan.

Y es entonces cuando te llega la música de una canción que ya has oído y en cuya letra se dice que siempre hubo gente distinta que en realidad era la misma. Y cierras los ojos, y quieres pensar que en el concierto que a todos nos obliga a dar la vida, estos chicos tocarán melodías de bondad, coherencia y principios; pero sobre todo siempre sabrán reconocer a los suyos y dedicarles un tema.

Por eso, el brillo de los ojos no es el mismo que hace treinta años, pero su capacidad de entenderse no ha cambiado, la potencia comunicadora de los gestos tampoco, ni las pequeñas señales que te dicen que somos los mismos. En otro sitio y en otro tiempo, pero los mismos.

Y te sientes feliz, cuando se hace patente que esa fábrica de óxido que es el tiempo, esos treinta años, han cambiado mucho a las cosas, pero no tanto a algunas personas. Porque han sabido entender al tiempo como el motor que alimenta su obra, hacerla seguir adelante, adornarla, saltar sobre sus frustraciones, aceptar los errores, esquivar sus tentaciones, encajar sus bofetadas, celebrar sus hitos y hasta reír sus gracias, para continuar siendo su protagonista y poder presumir de seguir teniendo, como dice la canción “el alma sin medias suelas”.


*Para un diario detallado de la visita, el blog de Pablo. Cada una de las entradas de su blog representa un día de la estancia en Dubai con su familia. Nuestro tótem musical fueron siempre Simon & Garfunkel, y cada una de las entradas de Pablo tiene como título el fragmento de alguna canción de ellos que viene al caso de lo que hicimos cada día. 

El título de ésta, "El Alma Sin Medias Suelas" se encuentra en otra canción de Joan Manuel Serrat, otro de nuestros ídolos, titulada "Decir Amigo",  y que recomiendo escuchar.

El blog de Pablo, aquí

2 comentarios:

  1. ¡Qué envidia! se ve que habéis disfrutado como en los viejos tiempos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues lo cieto es que sí, lo hemos pasado muy bien. Y como digo, nos encanta recibir visitas, así que ya sabes! Un abrazo.

      Eliminar