En el año 1979 yo tenía 10 años. Desde pequeño he sentido una tremenda inclinación hacia los animales salvajes.
En aquel año, recuerdo perfectamente, quedaban 300 lobos en España. Hoy, 32 años más tarde, las estimaciones no terminan de ponerse de acuerdo: van desde los 2.500 hasta los 3.000.
Alucinante, asombroso. Una especie de animal salvaje, acosada desde todos los frentes posibles, ha multiplicado por 10 su población en 30 años. A razón de 3 veces más cada diez años, o lo que es lo mismo: cada año, 3 lobos ibéricos han sido capaces de crear el marco necesario para que surja otro más. No sé si existe parangón en la Historia Natural de los últimos siglos, pero creo que el ejemplo es rotundo.
El lobo es un animal muy particular. Recientemente, un conocido programa de radio realizó un estudio incluyendo a todos los ganaderos y demás perjudicados por su existencia, un trabajo de campo en el que quienes tienen motivos objetivos para odiar al lobo eran los protagonistas. Uno de los elementos de este estudio consistía en una encuesta, con la siguiente pregunta:
"¿Qué sensación te provoca el lobo?"
A- Odio
B- Miedo
C- Fascinación.
El resultado fue que el 78% de los encuestados eligieron la "C": Fascinación.
El lobo es en realidad una rareza. Si lo miramos bien, es lo poquito que queda después de que una inmensa mayoría de los cánidos salvajes decidieran hace unos 40.000 años someterse, acomodarse, tirar por lo fácil y hasta permitir que alguien les pegara cuando no hacían lo que consideraba que debían hacer.
Todos se marcharon, y fueron derivando en lo que hoy es el perro.
Desde el milagroso bóxer hasta el sumiso bulldog de mandíbula destructiva. Esa rareza llamada Chowchow, el espectacular gran danés, el simpático caniche, el obediente collie, el eficaz pastor alemán, el magnífico alano español, el bello retriever, la cabra loca del mastín, el providencial san bernardo...todos, absolutamente todos, fueron un lobo hace 50.000 años. Y todos tienen un antepasado que podría contar la vivencia del abandono de la manada hacia una nueva vida tan regalada como esclava y sometida, mientras algún loco se quedaba y prefería la jodida libertad.
De la misma manera, todos los lobos que hoy lo son tienen un tatatatatatatatatatatatatatatatatatarabuelo que supo mirar con desprecio a los que partían dispuestos a dejarse su esencia a cambio de la diaria ración de sobras.
Estoy más que seguro de que aquellos lobos que decidieron ser perros no daban un duro por los lunáticos románticos que pensaban que podían mantener su independencia y su ser.
"Están de la olla. ¿Qué gracia tiene aullar a la luna cuando aquí garantizan la comida aunque sea a cambio de golpes? Están acabados, en un pispás no quedará ni uno."
Sin embargo, 40.000 años más tarde aún quedan lobos. Es más, cuando parece que los has aniquilado...te sorprenden y multiplican su fuerza por 30. A las pruebas me remito.
¿El secreto? En realidad dos: la determinación de no dejar de ser lo que se es, y la fuerza de la manada, la comunidad de intereses.
Aún recuerdo cómo este verano yo me refería a nuestra triunfante selección de fútbol como una manada de lobos. Una perfecta maquinaria colectiva encaminada a que toda individualidad sea puesta al servicio del conjunto. Una colección de depredadores en la que lo que importaba era que la pieza se cobrara, por encima de quién lo hiciera. Una fría y calculadora manada de lobos que sabía a la perfección dónde, de qué manera y sobre todo....cuándo.
Sinceramente, creo que "cuándo" es ahora.
Otra vez, ya lo sé, pero es que mientras haya tanta gente empeñada en domesticarnos a todos, tantos intereses que no permitan lobos...seguirá habiendo "cuándos".
Aún quedan lobos, hay todavía una manada que no ladra, sino que aúlla. Una manada a la que, curiosamente, no le queda otro remedio que alimentarse de borregos.
Y no tienen cuatro patas.
Un fuerte abrazo.
Oscar Molina.
Cuanta razon tienes, tendria que haber mas gente como tu.
ResponderEliminarUn fiel seguidor, Cei.