Que el Presidente del Gobierno diga que “la moral de cada uno se la impone cada uno” no parece en principio más que una torpe arenga mitinera dedicada a su público más tramontano. Pero la frase, deslucida hasta en su semántica, no es inocente. A Zapatero su olímpica ignorancia e incapacidad para el análisis complejo le impiden dar puntada con ese hilo. Oye campanas, juzga agradable su sonido y se cuelga entusiasta de la soga de la torrecilla.
Lo que ha dicho ZP, o lo que ha tratado de decir, no es producto de su recortada creatividad. El veneno que destila esa afirmación nace en aquelarres que le quedan enormemente grandes: los laboratorios de ideas, conciliábulos de alquimistas de la moral aferrados a una soberbia que se piensa capaz, a base de su santificada ideología, de traer el Paraíso a esta Tierra mortal. Nada importa si la Historia demuestra tozuda que es un infierno tras otro lo que estos aprendices de brujo vienen deparando para el ser humano.
Nacionalismo, Comunismo o Nazismo son nombres propios de algunas de las creaciones que estos asesinos diferidos han puesto sobre el tapete de la Historia cada vez que su inconmensurable ego ha creído que una idea vale más que un principio. El homicida social se llama ahora Relativismo: el único elemento de juicio moral válido sobre las cosas descansa en el subjetivo placer o rechazo que esas cosas producen al sujeto. O lo que es lo mismo, y en las zafias palabras del Presidente: “la moral de cada uno, se la impone cada uno”.
Hace cinco años, Romina Tejerina, una mujer argentina víctima de una violación de la que quedó embarazada, asesinó a su hijo recién nacido porque no podía soportar que la criatura le recordara la violación y a su autor. Hoy, hay asociaciones feministas que defienden a Romina, y se manifiestan a favor de su absolución y puesta en libertad. Hay quien piensa que un sentimiento subjetivo es argumento suficiente para determinar el juicio sobre la vida de un recién nacido. Hay quien cree que, dado que “la moral de cada uno se la impone cada uno”, no deben existir barreras para que el propio ombligo pueda determinar si un ser humano puede o no vivir.
Y por haber, hay más. Hay un profesor en la Universidad de Princenton, Peter Singer, que viene defendiendo el infanticidio, la legalización el asesinato de niños menores de 28 días en determinadas circunstancias, bajo la construcción (ideológica por supuesto) de que se trata de seres que no son estrictamente humanos, por carecer de conciencia de sí mismos.
Esta ingeniería social que convierte a nuestra opinión en la medida de todas las cosas tiene muchos mentores, y lo que es peor, cada día más militantes. Cada día que pasa hay nuevos adeptos a lo que antes fue un fofo y acomodaticio modo de vivir sin conciencia y poco a poco empieza a ser un monstruo que trata de borrar de nuestro mapa ético las propias ideas de Bien o Mal, haciéndolas depender únicamente de nuestras subjetivas apetencias o pareceres.
Reforzando el esquema, estos nuevos profetas se hacen publicistas, productores televisivos o guionistas para inocular su ponzoña a las capas sociales más vulnerables, a base de bodrios en los que la elección moral se limita a la Física o la Química. Y cerrando el círculo, disponen de un nutrido y variado arsenal de menosprecios y ofensas, versión frases hechas, que no dudan en utilizar contra quienes no aceptamos sus disparates.
Así ha venido sido siempre, y así es hoy. Toda construcción ideológica que persigue la transformación de una sociedad y su conciencia comienza mostrando la cara amable del Edén que promete. Al final, todo aquél que se atreve a cuestionar las verdades reveladas que los sacerdotes de las ideas proclaman desde el púlpito de su arrogancia, acaba hecho jirones a base de exclusión social y vejación pública.
Porque la Nueva Ética de lo Peor dice que “la moral de cada uno se la impone cada uno”, pero ¡ay de quien no se la imponga!
Y el castigo ¿también se lo impone cada uno? O eso ya no cuela.
ResponderEliminarLa verdad es que a base de arengas mitineras, titulares de serie Z y discursos vacuos pero vistosillos, el mensaje relativista está calando en una creciente parte de la sociedad. Es lógico, porque es mucho más fácil no estudiar, no obedecer, no respetar, no amar, no esforzarse, no responsabilizarse... no pensar. La ética requiere solidez, valores, raciocinio y esfuerzo, y de eso carecen totalmente ZP y sus cómplices. Y los vagos mentales y morales que le siguen.
Lo que le ha faltado decir al iluminado que nos gobierna es que "la moral de cada uno se la impone cada uno, y ese uno soy yo".
Gracias por el artículo. Muy interesante y cierto. Gracias también al autor del anterior comentario, me ha parecido muy ilustrativo "La ética requiere solidez, valores, raciocinio y esfuerzo".
ResponderEliminarGenial ambos.
Un saludo.