domingo, 10 de enero de 2010

CARTA DE UN SOLDADO DE FLANDES VII

N. del Autor: Esta es la última de la serie de  "Cartas de un Soldado de Flandes" publicadas originalmente en www.vistazoalaprensa.com. Traigo aquí la última porque tratan de ser actuales, describir los acontecimientos más recientes ocurridos en España; por ello, las anteriores saldrían un poquito descontextualizadas. No obstante, si ésta tiene aceptación, las iré poniendo todas.


CARTA DE UN SOLDADO DE FLANDES (VII)


Del Alférez Molina y Rubyo.
Tercio de Don Alonso de Zúñiga.
Posta Militar de Flandes.

Al Padre Abad Antonio Montero y Villaplana.
Convento de la Encarnación.
Villa y Corte de Madrid.

Bergen, a 1 de Octubre de 1645.

Estimado y Reverendísimo Padre:

No me lo diga, Paternidad, lo sé. Jamás había pasado tanto desde que Vuacé recibiera nuevas mías. Le ruego que su parentela con Job haga baza de confesionario y tenga Vuesa Merced a bien perdonarme. Disponga Ucé la penitencia, que le prometo meter un Avemaría entre mojada y arcabuzazo y desollarme las rodillas a fuer de Padrenuestros a la hora del rancho. Así hasta que a Su Paternidad le plugue, pues bien sé por lo que me han dicho, que ha llegado Vuesa Merced a temerse que ya anduviese yo cenando con Él, o comiendo junto a la lumbre. Que ya no sabe uno si ganará el cielo o irá derechito a presentar sus respetos a Pedro Botero.

Lo que tenga que ser será, Padre, y lo que al final yo alcance dependerá de lo que haga en este valle de lágrimas, digo yo. Por el momento, hacer, hacer, bien poco. Andamos aquí a las puertas de Bergen tratando de convencer a los de dentro que nos dejen estar dondellos, mientras ellos no se dan a buenas y quieren que tomemos las de Villadiego. Asedio se le llama a esto, Padre, como bien sabe, y que le toque finiquito con bastos o con oros es más cuestión de tiempo que de otra cosa. El caso es que resulta más tedioso que bailar con la hermana.

Claro que, puestos a seguir pisando en firme, mejor esto que tener que entrar a sangre y fuego y ver rondar a la parca sobre la testuz sin saber si viene a por uno. Y para ellos, los de dentro, un infierno, sin viandas, agua ni socorro. A cuenta desto Padre andaba yo el otro día pensando que si los de fuera no queremos entrar y los de dentro no pueden salir, va a resultar que las murallas de la ciudad son una insensatez. Cosas mías, no me haga caso, y partos del hastío, que ya se sabe que cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo.

A lo que vamos Padre, por las ventoleras que me llegan y por lo que Vuacé me viene relatando, anda esa España que yo vine a ensanchar cavando trincheras que no la reconoce ni la madre que la trajo.

Resulta que poner una pica en Mesopotamia fue poco menos que una afrenta irreparable al nuevo Altísimo de pacífica gracia, y lo que ahora hacemos en Ariana* tiene otro nombre; se le llama labores de afianzamiento de la Paz. A otro perro con ese hueso Padre, pues si yo no llevo mal el conteo el Afganistán ése está resultando ser mejor lonja de fiambre que lo de Irak, por mucho que pretendamos torcer el verbo y esparramar con el lenguaje.

Los militares, Páter, somos lo que somos, nuestra industria es la guerra, nuestros trabajos esforzados, lo mismo entre dos ríos que a la falda de una montaña, nuestra faena matar sin ser muertos, y cuando hacemos proa do vayamos, lo hacemos porque el negocio de que se trate requiere componenda para la que ya no alcanza la plática.

La sopa boba, Padre, en el Convento de las Descalzas, el auxilio en las parroquias y los cantos para miserere.

Nosotros podemos poner cauce do sea a repartir chuscos, cierto es, pero cuando hollamos el sitio, el mendrugo se entrega sí o sí. Y a quien trate de tocarnos el pirindolo de la boina se le pone en la disyuntiva de enfilar puente de plata, o sentarse en el palco que tenga reservado con una cuarta de acero entre pecho y espalda. Somos militares, Padre, y nuestro trabajo es reservar la Paz, pero cuando nos embarcan es porque hay que convencer a otro de que las cosas son más fáciles por las buenas, porque de las malas puede acabar habiendo copia.

La guerra Padre, y lo de Ariana lo es.

Otro palo muy distinto es que a la plebe le acomode que la den gato por liebre, y no halle manera de ahorcar los hábitos al rasero que compró en el zoco de burras cojas. Aunque eso, Paternidad, tiene más que ver con lo duchos que son algunos en manejar el verbo, a fuer de poseerlo, y lo faltos que son otros en exponer sus razones.

Por no hablar de los comediantes, a los que llena la faltriquera, cobrados los sueldos de la afonía y pertrechados en canonjías de por vida, parece haberles comido la lengua el gato. Al menos no podremos decir que a fuer de agradecidos, no son bien nacidos. Aunque bien mirado, unos partos duelen más que otros.

¿Y qué me dice del Imperio del Mal, trocado en un repente en Tierra de Promisión porque el nuevo Emperador es de gusto del Valido? Va a resultar, Páter, que los mismos que hace un lustro pusieron en el trono al mismísimo Satanás, han elegido ahora a la Virgen de Montserrat (por aquello de “moreneta”) Que lo que antaño era una cueva de raposos es ogaño una hijuela del Cielo en la Tierra. Además, éste ya nos mira, y hasta nos convida. Al final no hay cosa que le plazca más al Valido que le pongan mesa y mantel los mismos a los que afrentó al paso de su estandarte. Manda huevos Padre, con perdón.

Y digo yo, que ya que toca embajada, se podría hacer con un mínimo decoro. A fin de cuentas cuando uno va de visita a lugares tan señalados, no cumple con su mera persona, sino honrando las veces de cancillería de la nación que al Mundo le trujo. Y los españoles tenemos nuestras cosas, vero es, nuestras luces y sombras, pero de ahí a llevar a las niñas vestidas de Torquemada, va largo trecho. Me parece a mí.

Aunque, quién sabe, a lo mejor en venideras bazas el Valido va de traje de luces y su señora esposa soltando gorgoritos. Cosas veredes.

Y en eso estamos, Paternidad, atontando a los zagales, dejando la maternidad en manos de púberes, haciendo higas al esfuerzo y la obra bien hecha. Sin pan pero con circo, que de eso andamos plenos y ya nos apañamos nosotros mismos comprando, en el mercado de las miserias, todo lo que venden poseedores de honras de medio credo que siempre acaban amenazándose entrellos con azuzarse a sus leguleyos (por cierto, pinta que han de ser regimiento, los escribanos de los nuevos célebres) y… sin un guil** que echarnos al bolsillo.

Porque ésa es otra, Padre, que andan las cuentas del reino más tiesas que la mojama, y a éste de Astorga no se le alumbra otra que hacernos aflojar la mosca a base de tributos, para que seamos los pobres paganos los que tapemos el roto de sus dispendios. Tiene chanza, que quien negó la que se venía, y puso de antipatriotas a quienes veían las orejas al lobo, venga ahora a vendernos que va a salvar el rebaño.

Pero no con su dinero, quía, que de “meas culpas” éste no se asoma ni a la “m”. Con el nuestro, Padre, hasta que no haya de dónde sacar, cosa que lo mismo aplica a nuestra bolsa que a su menguado entendimiento.

Cuando cierren todos los talleres, decaigan ultramarinos, se pongan trancas en los mesones y todo hijo de vecino se dedique a buscar en lo ajeno aquello que tanto necesita de propio, el Valido hablará de paz, y de las nuevas libertades para majaderos que dice habernos traído. Y cuando principien a volar bastos en todas direcciones (si es que el baile no anda ya de comienzo) pues eso, habrá que escucharle el relato de toda laya de historias viejas que nos relatará con el Valle de los Caídos a modo de frontispicio.

Así, de marco solemne, para que pinte de Adonis en el cuadro que le hará algún paniaguado de tres al cuarto.

En fin, Padre, que me despido. No sufra por mí, los capitanes Chinchilla y Carretero andan siempre a mí pegados, así que pierda cuidado.

Y sepa, por cierto, que ando ahora con cuadrilla nueva de gente buena con la que hablo destas y otras cosas.

“Los Últimos de Flandes” nos hemos puesto de gracia, y voto a tal que es cierto aquello de que donde uno encuentra hombría, halla acomodo el alma. El Capitán Altozano lleva la voz cantante; el Alférez de las Asturias, sagaz y de fina guasa; el Alférez Méndez Monasterio, soldado antiguo, perilla de veterano, colmadito de los modos y nobleza que hicieron a la Milicia; otro Alférez, Fúster, hombre cabal en todo menos en lo que a Cúchares se refiere, pues ha elegido el pobre seguir al mismo torero que el que esto le escribe, y no ganamos para disgustos; el Brigadier Poveda, hombre tranquilo, bueno, que equilibra nuestras cuitas y ha decidido ocupar su vida en aligerar la vaina por los que no pueden defender la suya. A veces se nos arrima el Alférez Peyró,  brillante, cuya traza seguiría de estar en su pellejo pues promete futuro radiante. Y casi siempre nos honramos con el General Vidal-Quadras y el Maestre de Campo de la Hera, cuyos solos nombres son presentación sobrada a cualquier oído que entienda. Ahí nos juntamos, Padre, en torno al fuego de campaña para contar nuestras cosas a quien desee escucharlas.

Cuídese Padre, Dios guarde a Vuesa Merced Muchos Años.

Oscar Molina y Rubio.
Alférez de Su Majestad.

*- Antiguo nombre de Afganistán.
**- El “Guilden” era una moneda flamenca (se ha llamado popularmente así al Florín hasta la llegada del Euro). La expresión “No tener ni un guil” fue acuñada por los soldados del Ejército de Flandes.

2 comentarios:

  1. A fe mía, señor Alférez, que tenéis el verbo suelto, ágil la pluma, lengua afilada y vivo el ingenio.
    Seguid así y contareis, de mi parte, con un fiel compañero de viaje y aventuras, en este espacio digital en el que nos desenvolvemos.

    Un Cordial Saludo.
    El guerrero del ObiFaz.

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  2. La espera de este VII correo ha merecido la pena. Como siempre genial, Oscar.

    Un abrazo

    Dani (A340)

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