La
mujer que yo quiero es aire incomparable de esencia de mujer, de la mujer que
lleva dentro y tú ves: de la mujer que yo quiero. Aire que te toca y te inunda de una presencia que en realidad es
vivir. Cada día de una manera distinta, pero cada día.
Porque
la mujer que yo quiero es más verdad que el calendario. A veces como recordatorio
de las citas que la vida no perdona, otras como banda sonora de un acontecimiento
cotidiano, de un milagro que a fuerza de frecuencia ya ni lo es. Aunque lo es.
La
mujer que yo quiero respira, mira, y otea, pero siempre pone un pie delante de
otro, y acaba eligiendo la senda de los valientes.
La
mujer que yo quiero es madre, pero no porque tenga dos hijos, sino porque la
tierra que lleva dentro es innegociable. Es esa magia capaz de sembrar, regar y
ser la raíz que alimenta al Mundo. Ella es el extraño embrujo que nos rodea
desde que alguien empezó a hacer reverencias cada mañana que salía el sol.
La
mujer que yo quiero es el calambre que te corre por la espalda para que te
duermas o para abrasarte . Para recordarte que eres dueño de tu vida, y ser el
estrado donde se escenifica el pago de tus cuitas o el podio donde se te entrega
tu medalla.
La
mujer que yo quiero es risa adolescente, alegría inevitable, un constante ejercicio
de redescubrir lo mismo todos los días, un recordatorio de que mañana ya es
ayer y hoy es ella. Poderío controlado, un millón de voltios a través de un
solo cable, una mañana olvidada, una tarde como aquélla, una noche como ésta
y la certeza de que siempre habrá luz.
A
la mujer que yo quiero se la percibe lejos porque no hay nada extraordinario
que no esté guardado bajo llave, la clave que siempre te acaba entregando la paz
a distancia y la pasión de cerca. El detalle lejos, tu alma al descubierto, luego
remendada y finalmente devuelta nueva.
La
mujer que yo quiero es una promesa, una esperanza de que cero no es nada, sino
el único punto desde que se puede partir, el camino para que lo que no es sea,
lo que fue vuelva a ser y lo que será este ya ahí.
Es
silencio y verborrea, tamaño de todos los moldes, ojos que te embrujan, te
censuran, pero no pueden perdonarse a sí mismos. Manos que hablan, caminar
ligero, cejas que se levantan, sonrisa que te atrapa, te suelta y te zarandea.
Es lo que buscas, el único polo. Es un libro en el que nunca estarás si no te presentas como
página en blanco.
Un
pájaro de la primera arcilla puesto a volar. Esa es la mujer que yo quiero.
Madre mía, eso no es querer, es adorar!
ResponderEliminarDificil es ser la mujer de un piloto,así que seguro que lo merece.
FELICES FIESTAS A TODOS!!!!!!!
Precioso, tiene que sentirse muy orgullosa,esa mujer que tu quieres.¡¡Que bonitas palabras¡¡
ResponderEliminarMe ha encantado!!! y Felisa lo merece. Besos, Asunta
ResponderEliminar