En esta tercera y última entrega, quiero poner el acento en dos cosas. La primera tiene que ver con la toma de decisiones; la segunda con algo que es inherente a nuestra profesión (uno de sus más importantes mandamientos) y que creo puede ser útil tanto en la gestión empresarial como en muchos otros ámbitos.
Como dije, resulta evidente que muy poco después de la colisión con la bandada de aves, Sully sabe que su posición es tremendamente comprometida. Su primera intención, aunque sólo instantáneamente, es volver al aeropuerto de salida (solución ideal) pero pronto se da cuenta de que no va a poder ser, y dirige su avión a un lugar que cumple con dos condiciones: una es que representa la menor probabilidad de daños adicionales (zonas pobladas) y la segunda es que mantiene abiertas varias opciones.
Ante un
problema, nuestra mirada decisoria como pilotos se dirige a plantear cuál
es la solución ideal, ya sea por ser la más segura, la menos costosa, la más
eficiente o una combinación aceptable de ambas, en la que lo prevalente es,
obviamente, la seguridad. Nuestro análisis de opciones siempre parte de ahí,
del mejor de los finales posibles. La decisión que ha de tomar Sully es muy complicada: no es una decisión condicionada, en la que se actúa
de manera automática o instintiva, sino una decisión racional, en la que ha de evaluar el
riesgo, analizar las opciones y elegir la que ofrezca más garantías. Sin
embargo, no tiene demasiado tiempo para esa evaluación ni para ese análisis. Aun
así, su proceder muestra aspectos que revelan que es un profesional entrenado
en la toma de decisiones. Sully evalúa la situación, la internaliza, pondera e
inmediatamente comienza a valorar distintas opciones. Ante cualquier encrucijada en la que tengamos que tomar una decisión, es importante tanto evaluar cuál es la solución ideal como tomar las acciones que eviten un mal mayor.
Algo muy llamativo es que, a pesar de estar convencido de su escasa utilidad, nunca cierra la puerta a otras soluciones. Sully se dirige a la que ha sido su decisión, pero sigue explorando hasta el final la posibilidad de poner el avión en una pista en vez de en el agua; y, de la misma manera, sigue realizando el procedimiento de reencendido de los motores aun sabiendo que las posibilidades de éxito son escasas. Es decir, avanza en el camino de su primera decisión, pero mantiene otras ventanas abiertas el mayor tiempo posible. Para él es muy complicado en este caso, pero los aviadores siempre tratamos de ejecutar nuestra decisión de manera que mantengamos vivo un plan B, o más de uno, hasta donde podamos.
Por último y para terminar este análisis quiero destacar que Sully cumple al milímetro el que quizá sea el primer mandamiento de nuestra profesión, y que, adaptado, no debe faltar en cualquier actividad de gestión: Sully vuela, navega y comunica.
Todas las
profesiones tienen sus particulares máximas, que se refieren a cosas simples,
troncales, que no deben ser violadas, obviadas u olvidadas. Nosotros los
aviadores también, y si preguntas a cualquier piloto, ya sea un experimentado
volador con 20.000 horas en su cartilla de vuelo, ya un estudiante que acabe de
empezar su formación, te va a citar la misma; “Vuela, Navega, Comunica”. Sully
está pensando, tomando una decisión, evaluando opciones, pero no por ello deja
de maniobrar su avión para evitar una colisión con el puente que cruza el
Hudson (vuela); no por ello deja de dirigirse al lugar al que ha decidido ir (navega); y no por ello
deja de comunicar con su copiloto, control de tráfico aéreo o su tripulación
auxiliar (comunica).
Si mañana tenemos una emergencia a bordo, la que sea, por muy bien que realicemos el procedimiento correspondiente, por muy bueno que sea el proceso de decisión para elegir la alternativa más adecuada, por muy profesional que sea la evaluación y gestión del riesgo…el desenlace puede ser catastrófico si no prestamos atención al vuelo en sí y dejamos que nuestro avión se quede sin velocidad y entre en pérdida, si no atendemos a la navegación y nos tragamos una montaña o una tormenta, si no comunicamos con nuestro equipo o con aquellos que puedan ayudarnos. Si no vuelas, navegas y comunicas con acierto, el resto podría ser insignificante.
¿Qué es para los pilotos volar, navegar y comunicar? ¿Qué puede ser para una empresa?
Cuando un piloto recibe una alerta, por estridente que sea, lo primero que hace es echarla a un lado momentáneamente y prestar atención a su avión antes de hacer nada. Va a volar, es decir, se va a asegurar que el vuelo del avión está dentro de una envolvente segura de velocidad y altitud, va a valorar el terreno alto que pueda tener delante, las condiciones climatológicas que le puedan rodear y la densidad de tráfico en la que esté inmerso. Va a navegar, o lo que es lo mismo, va a asegurarse de que sabe dónde quiere ir y va a certificar que está yendo a donde quiere ir. Y va a comunicar, va a garantizarse verbal y explícitamente que su copiloto y él son conscientes del problema y lo entienden de la misma manera, y va a pedir ayuda o a comunicar sus intenciones al control de tráfico aéreo...a todo aquel que le pueda ayudar.
Una vez hecho esto, el Comandante va a examinar el fallo que tiene, y a confirmarlo con todos los elementos informativos que tenga a su alcance (como comentamos en la primera entrega de esta serie). Y por supuesto, a asegurarse de que el resto de los actores están de acuerdo y tienen la misma percepción de la situación. Comunicar otra vez.
Sólo entonces, sólo cuando todas estas tareas están completadas, la tripulación procederá a combatir el problema en sí.
Esta manera de hacer las cosas no sólo nos garantiza que nos hemos ocupado de lo fundamental, sino que además es una poderosa herramienta para gestionar el estrés. Primero porque nos tomamos nuestro tiempo antes de hacer nada, nos obligamos a una labor reflexiva y de comprobación, y segundo, muy importante, porque le ponemos cara al problema y le miramos a los ojos. Más allá de fabular con las terribles consecuencias que un fuego en un motor o una caída drástica de nuestras ventas van a tener, decidimos mirar al problema de frente y tomarnos nuestro tiempo mientras no dejamos de volar, navegar y comunicar.
Vuela tu empresa, no olvides su movimiento continuo, su devenir cotidiano y su día a día antes de tomar una decisión drástica, por radical que sea el cambio que pretendes, por acuciante que sea el problema que se presente. Asegúrate de que hay alguien al mando de la nave en todo momento. No permitas que las orejeras de lo inmediato te impidan ver qué y por qué puede estar entrando en pérdida de sustentación.
Navega tu empresa, decide hacia dónde quieres ir, y no dejes de comprobar que tu dirección es la que has elegido, no permitas que las decisiones que tomes para apagar un fuego te desvíen de tu objetivo, y si lo hacen, que sea intencionalmente, porque hayas elegido un nuevo destino.
Comunica en tu empresa. Identifica diferentes “stakeholders” con los que tengas que compartir e intercambiar información, o pedir ayuda; decide en qué términos y tono vas a hablar con cada uno de ellos, y establece un formato para hacerlo que te sirva en cualquier situación. Los pilotos comunicamos entre nosotros, con nuestra compañía, nuestra tripulación auxiliar, el control de tránsito aéreo, con nuestros pasajeros…es decir, con nuestros “stakeholders” cada vez que es necesario u ocurre algo relevante. Lo hacemos con diferente tono según de quien se trate, pero siguiendo siempre un mismo formato que nos es propio, un formato que garantiza la efectividad en la comunicación, la entrega del mensaje y la invitación a la participación según de quien se trate. Comunicamos para contar cosas, pero también para pedir ayuda, para sumar ideas y personas a nuestra causa, para ser más efectivos.
No lo olvides, pase lo que pase, emprendas lo que emprendas…Vuela, Navega y Comunica.